COLUMNA INVITADA

Una buena noticia

En el campo laboral, por un lado hace falta mano de obra calificada, de la que empresas establecidas requieren, y por el otro, miles de recién egresados no encuentran un espacio adecuado para iniciar una vida productiva

OPINIÓN

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Cecilia Romero / Colaboradora / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Vivimos tiempos difíciles. En México la inseguridad sigue creciendo; los padres están preocupados por lo que pueda suceder con sus hijos que salen por las noches a divertirse, los jóvenes conocen cada vez más de amigos o familiares que pierden la libertad, e incluso la vida en manos del crimen.

En el campo laboral, por un lado hace falta mano de obra calificada, de la que empresas establecidas requieren, y por el otro, miles de recién egresados no encuentran un espacio adecuado para iniciar una vida productiva.  

La situación educativa es preocupante; no se ha reducido la brecha que nos dejó la pandemia por no haber tenido cursos remediales, ni apoyos específicos. La decisión gubernamental de entregar a los niños y jóvenes libros de texto elaborados por personas sin conocimientos, sin consulta a los padres y maestros, llenos de errores y plagados de ideología, es un atentado contra los derechos más elementales de los mexicanos.

En medio de este ambiente de crispación, aumentado por la contienda electoral adelantada, ha pasado desapercibida para la prensa y la comentocracia nacional, la realización de la Jornada Mundial de la Juventud, que tuvo lugar en Lisboa, Portugal, del 1 al 6 de este mes de agosto.

Este encuentro de jóvenes de todo el mundo con el Papa se celebra periódicamente en diferentes ciudades. En esta ocasión se llevó a cabo la XXXVII edición. Iniciada por el Papa Juan Pablo II en Roma, ha ido creciendo en importancia y en convocatoria, llegando en esta ocasión a congregar a millón y medio de jóvenes.

Más allá del número de asistentes, los eventos en que participaron, los más de 30 mil voluntarios, las extenuantes jornadas, es importante subrayar el ánimo que generó esta experiencia de vida. Los que fueron a Lisboa asumieron un compromiso, llevar el mensaje a su vida diaria, contagiar la fuerza de la convicción en sus países y ciudades, ser ‘sal de la tierra’.

En la Misa de Envío, última de la Jornada, el Papa Francisco respondió la interrogante que esa multitud alegre y entusiasta se hacía: ‘¿qué nos llevamos con nosotros volviendo a la vida cotidiana?’, con tres verbos, para que todos lo recuerden y lo puedan aplicar.

Resplandecer, ‘necesitamos algo de luz, un destello de luz que sea esperanza para afrontar tantas oscuridades que nos asaltan en la vida. …Él es la luz que no se apaga, es la luz que brilla aún de noche’.

Escuchar, ‘tené cuidado de los egoísmos disfrazados de amor.  Escúchalo, porque Él te va a decir cuál es el Camino del amor’.  

No tengan miedo, ‘a ustedes jóvenes que quieren cambiar el mundo y quieren luchar por la justicia y la paz, a ustedes, … que la Iglesia y el mundo necesitan como la tierra necesita la lluvia; a ustedes, jóvenes, que son el presente y el futuro… hoy les digo: “No tengan miedo, no tengan miedo”’.   

Los jóvenes que regresan de la Jornada Mundial de la Juventud son esperanza para el presente y el futuro de México. Esta es una buena noticia.

POR CECILIA ROMERO CASTILLO

COLABORADORA

@CECILIAROMEROC

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