PORTAZO

Lo artificial de la inteligencia

Si gracias a la IA el Presidente puede cantar como José José (poquito menos), bien podría usar ese mecanismo de encadenamiento algorítmico para tomar algunas decisiones de gobierno

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Recientemente todo parece estar ocupado por la discusión sobre la inteligencia y su aprovechamiento. Hasta en cuestiones de talento extraterrestre nos hemos hundido.

No se sabe si, por ejemplo, Marx Arriaga, el partero de los tullidos libros de texto escolar es inteligente para vender su proyecto y cobrar su mercancía con el moño dorado de la ideología para quienes no tienen ideología, o es absolutamente lerdo para comprender completo el proceso educativo.

De todas maneras, el desastre pedagógico no tiene como factor esencial —tampoco único, por desgracia—, la mala calidad de los libros en cuyas páginas se confunden las órbitas planetarias, los estados de la República Mexicana y las cualidades de la materia, entre otras idioteces.

Más parecen obra de la habilidad política; no de la inteligencia aplicada, pero eso en la IV-T no importa.

Gracias a la inteligencia artificial, esa obra maestra de la computación, mediante la cual podemos escuchar voces casi humanas leer textos semejantes a los nuestros; réplicas de habilidades o suplantación del talento, el Presidente de la República ya puede aspirar al trono vacío de Tony Bennett y revelarse como crooner macuspano en una gozosa y frívola conferencia mañanera, en un escenario donde antes se hablaba de cosas serias, y ahora se canta con Enrique Jorrín, cuyos “marcianos llegaron ya”.

Si gracias a la IA el Presidente puede cantar como José José (poquito menos), bien podría usar ese mecanismo de encadenamiento algorítmico para tomar algunas decisiones de gobierno. 

Si no le sobra la inteligencia natural, digamos, en la Secretaría de Salud, en Educación Pública, en Petróleos Mexicanos o el Instituto Seguro Social, por no hablar de la casona de Bucareli, pues podría aplicar ahí los descubrimientos de John McCarthy, quien como todos sabemos —además de la nube—, creó el concepto de la “Inteligencia Artificial” en la Conferencia de Dartmouth, en 1956.

Pero yo decía cómo la persecución de la inteligencia nos abruma. Quizá por su notable escasez la andamos buscando en los campos siderales, y con una sospechosa sinceridad, los congresistas estadounidenses comienzan a revelar datos sobre la presencia de seres de otros mundos, lo cual suena tan hermoso como un programa de radio de Orson Welles o una conferencia de Jaime Maussan.

¡Ay!, la inteligencia. Esa condición a la cual el poeta José Gorostiza (también tabasqueño) le atribuyó condición de solitaria llamarada (¡Oh inteligencia, soledad en llamas, que todo lo concibe sin crearlo!, dice el poema magistral) y cuya presencia nos resulta tan difusa y tan indefinible, porque debemos recordar la pregunta de Reyes Heroles cuando le recomendaban a alguien como muy inteligente.

Inteligente, ¿para qué?

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

MAAZ