PERISCOPIO

Ebrard aprendió bien de AMLO

En los hechos, el excanciller ya vistió a Sheinbaum con un sambenito similar al que Andrés López Obrador enjaretó a Felipe Calderón

OPINIÓN

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Raymundo Sánchez Patlán / Periscopio / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Espurio. La palabra la endosó a Felipe Calderón el candidato que perdió por 0.56% la elección presidencial de 2006 y que ese mismo año, el feriado 20 de noviembre, en el Zócalo, se colgó una banda presidencial con el águila juarista como si fuera una bufanda y se autoproclamó “presidente legítimo”.   

  Ni en todo su sexenio ni a la fecha, el panista Calderón pudo quitarse ese sambenito. Porque fue diseñado de tal suerte que sólo el principal usuario del resentido concepto sea capaz de retirarlo.    

Alguien parece haberle aprendido muy bien el jueguito: Marcelo Ebrard, quien en ese entonces se preparaba para asumir como jefe de Gobierno de la Ciudad de México, y actualmente disputa la candidatura presidencial de Morena a Claudia Sheinbaum, a quien identifica como la favorita de su jefe político. Y sí, en los hechos, el excanciller ya vistió a Sheinbaum con un sambenito similar al que Andrés López Obrador enjaretó a Calderón: es el único aspirante de la 4T que ha cuestionado, con insistencia, el proceso para seleccionar al candidato presidencial de la cuatroté.   

  Fue él quien desde antes de renunciar a la cancillería pidió al Presidente piso parejo en el proceso morenista, y lo reiteró en aquella cena del 5 de junio pasado, en Palacio Nacional, ante el propio mandatario, las otras corcholatas, y los gobernadores de Morena. Fue él quien al inicio de las campañas de las corcholatas acusó viejas prácticas priistas, como desvío de recursos, acarreos y operación de gobernadores, y de funcionarios federales y locales en favor de Sheinbaum.  Fue él quien propuso debates entre las corcholatas, que luego prohibió López Obrador, y después se quejó de la dirigencia de Morena, a cargo de Mario Delgado, por no haber aceptado dichos careos. 

Fue él quien reclamó por la cantidad de espectaculares y bardas a favor de Sheinbaum, y se deslindó de las propias hasta que descubrió en la CDMX a unos trabajadores despintando una que lo promovía y los encaró. También fue él quien rechazó la selección inicial de las casas encuestadoras.      

  Fue él quien apenas hace unos días, ironizó sobre Mario Delgado, al decir que “vive en Fantasyland y no sabe lo que estás diciendo”, porque ignora sus reclamos sobre irregularidades en el proceso.  Fue él quien ayer denunció “gran desorden en el levantamiento de la encuesta” que definirá al candidato de López Obrador.  Es decir, se encargó de exhibir, con bastantes elementos, que el proceso está manchado, manipulado, enlodado, arreglado y perfectamente encaminado para favorecer a Sheinbaum.   

  Y si el 6 de septiembre su nombre no es el que den por ganador, pretender ser él, como hizo antes su jefe López Obrador con Calderón y con Enrique Peña, el factor de legitimidad del proceso, la voz que valide o no a Sheinbaum como candidata y, por supuesto, el único capaz de liberarla del sambenito de “espuria”. 

Es su moneda de sobrevivencia política.   

POR RAYMUNDO SÁNCHEZ PATLÁN
RAYMUNDO@ELHERALDODEMEXICO.COM
@R_SANCHEZP

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