MALOS MODOS

Taylor Swift y los chavorrucos al poder

El camino a la vejez está sembrado de caídas francas en el ridículo, pero también de la esperanza de que los hijos aprendan a perdonarlas

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Al doctor Patán le ha tocado ver en no pocas ocasiones el espectáculo triste, incómodo y sin embargo entendible de la chavorruquez. No daré nombres, porque su doctor se rodea de figuras públicas y está obligado –noblesse oblige– a custodiar su buena imagen, pero de esa no se han salvado siquiera algunas de las mentes más brillantes de su generación.

Ya saben a qué me refiero: al que, para demostrarle a sus hijos que es súper juvenil y tolerante, un sábado en la noche percibe el olor a mota en el piso de abajo y, en en vez de llamar a la Policía, decide incorporarse a la fiesta con una expresión del tipo “sacatito pal conejito” o “móchense las orejas” que combina muy mal con el ambiente, pero muy bien con su camiseta del Cruz Azul, la que dice “C. Hermosillo”. O al que organiza en su casa la fiesta de la oficina y, ya pedo, para lucirse con la diseñadora de 28 años, desempolva la Stratocaster y se pone a tocar a INXS.

Todo bien. El camino a la vejez está sembrado de caídas francas en el ridículo, pero también de la esperanza de que los hijos aprendan a perdonarlas y –mientras no vayan acompañadas de violencia o vómitos– hasta a verlas con ternura. El problema es cuando la chavorruquez invade la política, un fenómeno que su doctor favorito ve avanzar con cierta alarma. Se habla mucho de este sexenio como del sexenio de la senilidad empoderada, y bueno, sí. Es difícil pasar por alto al licenciado Bartlett (por cierto, está soltero, por si ocupan), o el hecho de que nuestro líder se distingue por rescatar expresiones del cine de nuestros abuelos, digamos de Clavillazo o la última Sarita García. Menos se comenta, en cambio, que los chavorrucos aspiran a tomar la estafeta.

Como apuntó Aurelio Asiain hace unos días, el partido chavorruco por excelencia es Movimiento Ciudadano. Resulta, la verdad, desconcertante. Primero, entiendes que en México hace falta una tercera vía para conquistar al electorado más esquivo: a los jóvenes. Luego, decides que la opción más fresca la encarna Dante Delgado. Enseguida, para rematar la faena, decides ocultar tu propio pasado priista con un chingo de gel en el pelo y un fajo de pulseras que asoman bajo la manga del saco. Tiembla, populismo.

Claro, en las filas oficiales también ha sucumbido más de uno. La culpa es de la palabra “narrativa”. Pasa esto: desembolsas varios millones en un experto que se limita a recomendar eso, un “cambio de narrativa”, para, de nuevo, conquistar a los jóvenes. Es así como te haces grabar al volante mientras cantas al Buki, convencido de que eso te rejuvenece como un bótox para el alma, o apareces en un antro bailando como botarga, en mangas de camisa.

Luego están los swifties sexagenarios “moviendo el bote” al ritmo de la Taylor, pero no entremos ahí: la afición a lo kinky de aquí su doctor tiene límites.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@juliopatan09 

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