COLUMNA INVITADA

Maquiavelo y el derecho a la espontaneidad

Un discurso, una acción, un gesto, o hasta una concentración, bastan para convocar al debate

OPINIÓN

·
Cristian Jovany Jose Francisco / Columna Invitada / Opinión en el Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Vivimos tiempos álgidos, de disputa de proyectos, sentidos, afectos y palabras, entre obradoristas y antiobradoristas. Un discurso, una acción, un gesto, hasta una concentración en el Zócalo o en el Monumento a la Revolución, bastan para convocar al debate. Tras el Quinto Informe de Gobierno del presidente López Obrador, en general, en cualquier concentración multitudinaria obradorista, las voces opositoras apelaron a una recurrente palabra de su vocabulario político: Acarreados.

Detrás de esta palabra —aparentemente ingenua— se condensa una visión del mundo y de la acción social. Geler, en Reparto de máscaras (Gedisa, 2022), plantea que, con el uso de esta palabra, la espontaneidad y autonomía de un acto le es vedada a las clases marginalizadas: “‘Venimos porque queremos’ (…). Es este querer simple el que se encuentra en la presunción básica de espontaneidad de los agentes democráticos, (…) es puesto en duda constantemente (…). Lo que las clases medias y altas consiguen con su simple presencia (la espontaneidad), los pobres deben merecerlo con su cariño, su amor y su confianza. Las masas pauperizadas no tienen derecho a este querer simple y evidente, no son capaces de una espontaneidad sin calificaciones y matices”.

La palabra “acarreado” —tan ampliamente utilizada por las fuerzas antiobradoristas— nos lleva a colegir que el lenguaje está hecho de exclusiones. Su mensaje es claro: No participes, no te involucres, el Estado y sus instituciones nos pertenecen. Si, además, el derecho a vivir dignamente les ha sido negado a las clases populares. También, el derecho a la espontaneidad del acto —en voz de la reacción— le es prohibida. Es esto mismo la causa de su propia decadencia.

Enamorada de sus soliloquios, la oposición permanece enemistada con el pueblo. Craso error táctico. Un príncipe —aconsejaba Maquiavelo— debe preocuparse poco de las conjuras en tanto el pueblo le profese afecto; más si le fuere enemigo y lo odiase, debe temer cualquier cosa y de todos.

Conviene traer a colación el extracto más maquiaveliano del discurso del presidente López Obrador: “(…) en vez de aceptar que el pueblo de México se ha empoderado, y no quiere seguir siendo vasallo de nadie, los reaccionarios de nuestro tiempo (…) Ofenden la inteligencia de la gente, insultan, actúan con prepotencia y creen que con campañas de mentiras y calumnias van a reconquistar el gobierno.”

No es la tutela de los expertos, ni la del dinero o el mercado. Es el derecho del pueblo de México a erigirse espontáneamente como dueño de su propia historia, de sus ideas, sueños y afectos. Somos lo que hacemos. Decidimos en nombre propio. Eso se aprende en el diván o en la política. Pero la oposición ha preferido vivir en el limbo de su propia soberbia.

POR CRISTIAN JOVANY JOSE FRANCISCO

@CJJF_POET

PAL