COLUMNA INVITADA

Comercio y recaudación fiscal justos

No buscar generar dependencia, ni potenciar un mero intercambio monetario a cambio de productos, sino favorecer el desarrollo de los grupos productores, garantizando su sostenibilidad a nivel social, ambiental y económico

OPINIÓN

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Luis David Fernández Araya / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El comercio justo promueve unas relaciones comerciales basadas en la justicia y la igualdad, y permite mejorar la calidad de vida de muchas personas o transformar comunidades mediante el acceso a infraestructuras básicas como agua potable, centro de salud o escuelas.

A través de los salarios dignos, un precio honesto, la igualdad de género o la ausencia de explotación laboral y el trabajo infantil se está sentando las bases para luchar contra algunas de las causas de la pobreza en el mundo, y ofreciendo a productores y productoras una oportunidad para progresar, desarrollar conocimientos y capacidades y, ante todo, garantizar un medio de vida y poder valerse por sí mismos.

No buscar generar dependencia, ni potenciar un mero intercambio monetario a cambio de productos, sino favorecer el desarrollo de los grupos productores, garantizando su sostenibilidad a nivel social, ambiental y económico.

De ahí que trabajemos para sensibilizar a la ciudadanía sobre los beneficios del consumo responsable y el impacto que genera sobre agricultores y agricultoras su elección sin embargo las políticas fiscales son uno de los principales mecanismos que permiten a los Gobiernos luchar contra la pobreza y la desigualdad.

Sin embargo, la enorme magnitud de la evasión y elusión fiscal por parte de grandes multinacionales priva a Gobiernos de todo el mundo de recursos necesarios para invertir en políticas públicas como la atención sanitaria, educación y la creación de empleo, vitales para la reducción de la pobreza. Algo negativo son los paraísos fiscales más agresivos de todo el mundo, ya que son ejemplos extremos de una destructiva “carrera a la baja” en la fiscalidad empresarial, en la que Gobiernos de todo el mundo están rebajando drásticamente la tributación de las empresas con el objetivo de captar inversión y negocio instando a los Gobiernos a trabajar juntos para poner fin a esta situación antes de que sea demasiado tarde.

Un sistema fiscal bien diseñado redistribuye la riqueza y proporciona suficientes recursos públicos para invertir en políticas sociales. Es una de las herramientas efectivas que pueden utilizar los Gobiernos para reducir la desigualdad y la pobreza, además de mantener el crecimiento económico.

Gravar los beneficios de las empresas, especialmente de aquéllas que son grandes y más rentables, es uno de los mecanismos fiscales más progresivos, ya que genera más ingresos para las arcas públicas y, cuando éstos se invierten en servicios públicos, reduce la desigualdad al redistribuir la renta proporcionando recursos vitales para las personas más pobres y dotándolas así de las condiciones básicas para salir de la pobreza.

Por el contrario, cuando los Gobiernos reducen la carga fiscal de las grandes empresas, suelen optar por dos vías: o bien recortar el gasto público en las políticas que más directamente reducen la desigualdad y la pobreza, o bien compensar ese déficit trasladando el esfuerzo fiscal a otros sectores de la sociedad, como en el caso de los impuestos al consumo (como el IVA).

En África subsahariana, por ejemplo, representan el 67% de la recaudación fiscal total. Pero este tipo de impuestos recaen más desproporcionadamente sobre los que menos tienen, y por lo tanto afecta incluso más a las mujeres.

Al mismo tiempo, el incremento de los beneficios como resultado de un modelo de mayor agresividad fiscal tan solo favorece a los grandes inversores y propietarios del capital, ampliando así la brecha entre los que más tienen y los más pobres.

El argumento para promover tanto tipos bajos en el impuesto de sociedades como otras ventajas fiscales es porque teóricamente atraen una mayor inversión, sin embargo, las evidencias demuestran que las condiciones fiscales no son el principal factor que valoran las empresas a la hora de decidir dónde invertir. Según el Informe de competitividad global elaborado por el Foro Económico Mundial, existen doce razones por las que las empresas optan por invertir en un país.

Las más importantes son la calidad de su infraestructura, la disponibilidad de mano de obra cualificada y que goce de buena salud así como la estabilidad social, pues así las contribuciones fiscales de las grandes empresas son fundamentales para garantizar el retorno de dichas inversiones.

POR LUIS DAVID FERNÁNDEZ ARAYA
ECONOMISTA
@LUISDAVIDFER

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