LA NUEVA ANORMALIDAD

Pena de muerte al que no llegue a viejo

And Just Like That, en tiempos de reivindicaciones identitarias y el renuevo del feminismo radical, tiene, con sus asegunes, cosas qué decir; por ejemplo, de la vejez

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En su tiempo –1998 a 2004–, fui televidente entusiasta ­de Sex and the City: casi siempre que mi zapping recalaba en uno de sus capítulos lo elegía.

Explicaré el término zapping –saltar de un canal a otro mitad en esperanza de encontrar algo, mitad como automatismo de repetición– para los millennials y centennials no familiarizados con los ritos de la era de la televisión. Para ellos diré también que Sex and the City fue un producto cultural revolucionario no sólo como avatar temprano de la trasposición de técnicas y narrativas de la gran pantalla a la pequeña sino por haber dado plena agencia sexual a personajes que rara vez la exhibían hasta entonces en los medios: mujeres (heterosexuales) y (hombres) homosexuales. Además resultaba ingeniosa, entrañable, divertida y un desfile de modas a menudo rayano en el ridículo pero siempre disfrutable.

Tras su final televisivo, la serie se vio prolongada en dos películas –una solvente, una innecesaria y vulgar–, después de lo cual Carrie Bradshaw y sus amigas pasaron a integrar la parafernalia retro del cambio de siglo.

Hasta que no. En diciembre de 2021 HBO Max lanzaba And Just Like That, “un nuevo capítulo de Sex and the City”. Si tardé más de un año en verla es no sólo porque la crítica no fue generosa con ella sino porque dos amigos muy distintos –un boomer ex trotskista fan de la primera serie y una millennial feminista que nunca la había visto– me advirtieron contra el intento –a decir de ambos fallido– de hacer una serie sobre mujeres blancas ricas heterosexuales relevante a los tiempos de las reivindicaciones identitarias y el renuevo del feminismo radical.

Sucumbí una tarde reciente en que no encontraba qué ver. Lo celebro. Sin ser perfecta, la serie logra ser pertinente, menos por los personajes negros y no binarios metidos con calzador en la trama que por las tribulaciones a las que somete a los que conocimos hace 25 años.

El sexo y la ciudad siguen ahí, más profusos y diversos que nunca, pero cada vez más ajenos a los protagonistas. Aun si en el marco glamoroso que hereda de Sex and the City, And Just Like That es una serie sobre cómo el amor desemboca de manera indefectible en la muerte, cómo el destino de todo proyecto de familia es ser destruido por la siguiente generación, cómo la moda no limita su tiránica obsolescencia planificada a la ropa sino que la extiende a los cuerpos, las emociones y las ideas. “Nos levantamos, salimos a hacer nuestras cosas, y regresamos aquí –a casa, con el otro–, y nos sentamos en el sillón, hablamos de nuestro hijo, comemos helado y vemos televisión. Ésa es la vida de casados. Y ésa es la vida”, le dice un personaje a su pareja –mitad conmovido, mitad derrotado– en un momento crucial de la primera temporada.

Y así nomás Sex and the City tuvo algo que decirnos otra vez.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG y Threads: @nicolasalvaradolector

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