COLUMNA INVITADA

Entre la esencia y el descenso

Aunque la Guerra Civil de 1861 puso fin a esta práctica inhumana, sus secuelas, más de un siglo después, están lejos de desaparecer

OPINIÓN

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Juan Luis González Alcántara / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Cada vez que abrimos un libro de historia, hay dos sentimientos contradictorios que nos inundan de inmediato: por un lado, podemos constatar la persistencia de la naturaleza humana a través de temas recurrentes y patrones que se repiten una y otra vez; por el otro, es difícil no sorprendernos —y en ocasiones horrorizarnos— ante prácticas, costumbres o creencias que hubieran parecido lo más cotidiano para nuestros antepasados.

Pero hay un caso en particular en donde estos dos elementos se manifiestan con particular intensidad: la esclavitud. Pocas instituciones al mismo tiempo resultan tan repulsivas a la conciencia moderna y son a la vez tan comunes en la historia de la humanidad. Resulta difícil no sorprendernos si consideramos que hace apenas 160 años, cuando los movimientos democráticos y obreros desafiaban el status quo en Europa, 15 de los entonces 32 estados de la Unión Americana dependían de la labor de seres humanos tratados como mercancía. Aunque la Guerra Civil de 1861 puso fin a esta práctica inhumana, sus secuelas, más de un siglo después, están lejos de desaparecer.

Uno de los mejores tratamientos de este tema puede encontrarse en la obra Matar a un ruiseñor, de Harper Lee. La novela es narrada por Jean Louise, hija Atticus Finch, un abogado en Maycomb, Alabama, acepta defender a un hombre afroamericano acusado (falsamente) de violar a una joven blanca. Atticus no sólo debe enfrentar un sistema de justicia sesgado y corrupto, sino también la ira de los habitantes blancos, quienes llegan al punto de tratar de lincharlo durante el juicio. A pesar de su aguerrida defensa, Atticus pierde el juicio y su cliente muere antes de poder apelar la sentencia, al intentar huir de la prisión.

Desde su publicación en 1960, el protagonista fue considerado una inspiración por miles de defensores de los derechos civiles en los Estados Unidos, pero la concepción sería desafiada 55 años después, con la publicación de Ve y pon un centinela, la cual, a pesar de ser en realidad un borrador de Lee anterior a su primera obra, ocurre 17 años después de los eventos de ésta.

En la nueva historia, Jean Louise, de 26 años, vuelve a Maycomb y se percata, horrorizada, de que su “heroico” padre colabora habitualmente con quienes buscan suprimir los derechos de la población afroamericana y reinstaurar la segregación racial. Aunque su reacción inicial de horror e indignación, la protagonista termina por comprender que su padre es tan sólo un hombre más, falible e imperfecto, y que corresponde a ella formar su propio criterio sobre lo que es correcto y defender sus propios ideales.

La historia de Jean Louise es un recordatorio no sólo de las dolorosas cicatrices de la esclavitud que persisten hasta nuestros días, sino también de que madurar implica formar nuestro propio criterio, aun desafiando el ejemplo de nuestros padres y maestros, evitando la tentación de mitificarlos y seguir ciegamente sus pasos, ignorando que son, al final, humanos con carencias y defectos. Rehusarnos a romper esta aura mística y a aceptar su fragilidad e imperfección implica renunciar a forjar nuestro propio futuro, cayendo así en una forma distinta de esclavitud, encadenados por los prejuicios y errores de quienes, proclamando saber lo que nos conviene, nos guían hacia el desfiladero.

POR JUAN LUIS GONZÁLEZ ALCÁNTARA
MINISTRO DE LA SUPREMA CORTE DE JUSTICIA DE LA NACIÓN

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