COLUMNA INVITADA

Puras mentiras...

Liberales y anarcocapitalistas son los que más necesitan al Estado. La filosofía de unos y otros no tienen nada que ver con el Anarquismo y menos con la defensa de la libertad

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

Javier Milei, el autodenominado “anarcocapitalista”, economista argentino y precandidato presidencial, ha saltado a la fama mundial por su desfachatez discursiva, un tanto trumpiana, que ha causado simpatías en la sociedad en Argentina. La ola de la ultraderecha va tomando forma. Pero, por favor, no se deje engañar. Ni los (neo)liberales defienden la libertad, ni los “anarcocapitalistas” son anarquistas.

Estos vendedores de ilusiones no defienden a una sociedad libertaria, y no quieren suprimir la coerción ni la jerarquización, más bien pugnan por debilitar el monopolio del Estado, en una multitud de corporaciones encargadas de proporcionar servicios “sociales” (educación, cultura, salud, ciencia, etc.), pues están convencidos de que el mercado solucionará todos los problemas económicos, jurídicos, hasta la violencia.

El anarquismo es una idea que va en contra de todas las instituciones sociales autoritarias. Su esencia no es la oposición teórica al Estado, sino la lucha práctica y teórica contra la dominación. Los “anarcocapitalistas” por su parte son, en primer lugar y, ante todo, capitalistas, y se adjudican el prefijo “anarco” porque piensan que estar contra la intervención gubernamental equivale a ser anarquista. No hay nada de anárquico en ellos. No están contra la autoridad, ni contra la jerarquía, ni contra el Estado, simplemente quieren privatizarlo.

Desde 1914 unos anarquistas chinos puntualizaron que, “la sociedad ideal sería una sin terratenientes, capitalistas, líderes, oficiales, representantes ni cabezas de familia;  sólo la eliminación de toda forma de jerarquía, política, económica y social llevaría al verdadero anarquismo, a una sociedad sin opresión autoritaria (anarquía)”. En contraste, los “anarcocapitalistas” no tienen ningún problema con los terratenientes ni con el fascismo de fábrica y, desde luego, tratan de evitar lo obvio con la afirmación de que el mercado limitará los abusos de los propietarios: “Si a los obreros no les gusta su jefe pueden buscarse otro”. Pero esto, más bien apuntala la naturaleza autoritaria del capital, ignorando las condiciones que limitan la capacidad de elegir de la mayoría: Los obreros poca elección tienen a la hora de “consentir” la jerarquía capitalista; la alternativa es más bien la pobreza o la inanición.

Liberales y anarcocapitalistas son los que más necesitan al Estado. La filosofía de unos y otros no tienen nada que ver con el Anarquismo y menos con la defensa de la libertad. Ambas posturas, como defensores del capital, necesitan de una fuerza a su disposición para mantener los(sus) privilegios de clase, ya sea del Estado mismo o de ejércitos privados; y lo que impulsan es, básicamente, un Estado limitado que tenga una función única: proteger a la clase dominante, no interferir en la explotación, y hacer que todo esto salga tan barato como sea posible.

La idea sirve también a una justificación moral: abolir impuestos sin sentirse culpables.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ
@DIEGOLGPN

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