COLUMNA INVITADA

Más que la musa de Picasso

Mientras el mundo conmemora el medio siglo de la desaparición de Pablo Picasso, su musa: Françoise Gilot, pintora y escritora, falleció el pasado mes de junio a los 101 años

OPINIÓN

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Bernardo Noval / Articulista / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Las musas han sido fuentes inagotables de inspiración en el mundo del arte a lo largo de la historia. En la mitología griega, las musas eran diosas que personificaban las diversas formas de arte y conocimiento. Eran consideradas las hijas de Zeus y Mnemósine, la diosa de la memoria. Cada una de las nueve musas estaba asociada a un área específica, como la poesía épica, la música, la danza, la comedia, la tragedia, la historia, la astronomía y la elocuencia.

A lo largo de los siglos, el concepto de las musas ha perdurado en la cultura occidental y ha influido en numerosos movimientos artísticos. Los artistas renacentistas, por ejemplo, a menudo retrataban a las musas en sus obras como figuras divinas que guiaban y protegían a los creadores humanos. En la actualidad, aunque la creencia en musas divinas puede haber disminuido, el concepto de encontrar inspiración externa para la creatividad todavía prevalece en el mundo del arte. Los escritores, músicos, pintores y otros artistas a menudo buscan estímulos externos, para desencadenar su creatividad y producir obras significativas.

Mientras el mundo conmemora el medio siglo de la desaparición de Pablo Picasso, su musa: Françoise Gilot, pintora y escritora, falleció el pasado mes de junio a los 101 años. Cuando conoció a Picasso el pintor ya era una leyenda mundial de 61 años y ella una joven de 21 años. Picasso la invitó a mudarse con él a París, donde le armó su propio estudio y la alentó a pintar. A cambio, ella se ocupaba de las cuentas, era su intérprete intelectual, y la madre de sus hijos, Claude y Paloma. La relación prosperó… durante un tiempo. Pero la vida familiar no era ese paseo por la playa que muestra la famosa foto de Robert Capa donde se ve a Gilot paseando por la arena en Golfe-Juan, en el sur de Francia, mientras Picasso la protege del sol con una inmensa sombrilla.

Estuvieron juntos durante una década hasta que ella se cansó y decidió abandonarlo. Renunciar a Picasso, como hizo Françoise Gilot en 1953, no pudo eliminar su impacto en su propio arte y vida. La ambigüedad está ahí mismo, en las líneas finales de lo que sigue siendo su creación más notable, el libro más vendido de 1964 Life with Picasso, en coautoría con Carlton Lake, que provocó el enfado del artista que intentó frenar su publicación en los tribunales. En la publicación, Gilot dice que Picasso era con ella de una gran ternura, pero que también la sometía a ataques de una crueldad lacerante. “Cuando te conocí eras una Venus”, le dijo poco después del nacimiento de Paloma. “Ahora sos un Cristo, y para colmo un Cristo románico, porque estás tan huesuda que se te marcan las costillas”.

Se dice que el periodo en el que estuvieron juntos, Gilot no trabajó en su pintura, pero después retomó esta labor hasta el final de sus días. Prueba de su talento, lo confirman las obras que  se encuentran en museos como el MoMA, el MET o el Pompidou, y otras que se llegaron a subastar por un millón de euros, y la hicieron protagonizar varias muestras antológicas.

La pintora fue retratada por Picasso en varias obras, aunque ella nunca aceptó el papel de musa sino que tuvo sus propias ambiciones artísticas e intelectuales. “Soy la única mujer que dejó a Picasso, la única que no se sacrificó al monstruo sagrado -había declarado Françoise Gilot, con una sonrisa desenfadada y desafiante-. Soy la única que aún está viva para contarlo.

POR BERNARDO NOVAL

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