EL SARTÉN POR EL MANGO

Al otro lado del arcoíris

Sin embargo sucede, por motivos fuera de nuestro alcance, sea la muerte o el abandono de alguno de los padres, que esta situación ideal no se da

OPINIÓN

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Paz Fernández Cueto / El sartén por el mango / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

¿Quién nos iba a decir que el título de la famosa canción “Somewhere over the Rainbow” cantada por Judy Garland, escrita para la película El mago de Oz y ganadora del Óscar a la Mejor Canción, en 1939, podría tener otro significado?  Me refiero al testimonio de Millie Fontana en YouTube, la joven de 23 años que permite asomarnos a ver lo que sucede al otro lado del arcoíris. Hija de dos mujeres lesbianas, concebida por un donante, narra de manera dramática como afectó desde niña a su estabilidad emocional, la ausencia de un padre. 

Siempre he pensado que tener papá y mamá es un derecho humano que debería figurar entre los derechos prioritario del niño. Sin embargo sucede, por motivos fuera de nuestro alcance, sea la muerte o el abandono de alguno de los padres, que esta situación ideal no se da. Es entonces cuando el abuelo, la abuela, alguno de los hermanos mayores, tíos o parientes cercanos, se encargan de suplir, con mayor o menor éxito, las carencias afectivas y emocionales que la falta del padre o de la madre afecta al desarrollo de los niños. El testimonio de Millie de lo que sucede al otro lado del arcoíris es inaudito, cuando la figura del padre o de la madre es borrada de la existencia intencionalmente, por una elección de conveniencia, sin pensar en los niños.  Esto es algo de lo que no se habla, un tema políticamente incorrecto porque nadie quiere oír lo que los niños tienen que decir cuando nacen y crecen, fuera de la estructura familiar diseñada por la naturaleza misma. 

Yo quería tener un padre, dice Millie, aún antes de que pudiera darme cuenta de lo que era un padre, sin poder siquiera descifrar lo que me faltaba. Dentro de mí sentía que lo extrañaba a pesar de que quiero a mis dos mamás. Cuando entré a la escuela fue muy duro realizar que otros niños tenían vínculos amorosos con alguien a quien llamaban padre…, sentía que me estaba perdiendo de algo especial, me sentí engañada. Me mintieron al decirme que no tenía padre o, tal vez, que no sabían quien era.  Millie confiesa haber sufrido mucho en su infancia. Al mirarse en el espejo se preguntaba de quien habría sacado los ojos verdes, de donde habrían salido rasgos de su personalidad, cualidades o talentos distintos de los que sus mamás tenían.  La respuesta era simplemente mi padre. 

Educada en el ateísmo, se identificó con los cristianos porque en este debate, comenta: son los únicos que tratan estos problemas que afectan directamente a los niños, los únicos que lanzan reflectores para iluminar historias como la mía. Nadie del colectivo LGBT quiere escuchar a alguien como yo, decir que no fue feliz en su infancia por haber sido privada de un padre. Para ellos amor es amor, los niños no existimos. No era solo haber sido privada de su padre al ser producto de un donante, había también un tío, una tía, unos abuelos y quizá muchos primos que le fueron robados. Mientras otros niños podían decir que amaban a sus papás, hermanos o primos ella permanecía callada. Otros habían decidido por ella sustraerle algo que le pertenecía. A los once años cuando conoció a su papá fue la única vez que se sintió estable. Por primera vez pudo ver quien era. Al mirarlo a los ojos descubrió la parte que le faltaba, no porque fantaseara en tener un padre sino porque, al ponerle, se descubrió a ella misma; reafirmó su propia identidad al conocer quién había sido, también, responsable de su existencia. Fue una experiencia devastadora que la hizo retroceder en su madurez y desarrollo personal. 

La ideología de genero habla mucho de igualdad. Para Millie igualdad habría sido que le dijeran la verdad, que le respetaran la verdad total de su persona, no solamente la parte que otros decidieran descubrirle. Igualdad hubiera sido poder voltear a ambos lados de su familia genética para comprender quien era.  Es mentira que a los niños no les importe saber quién es su familia y que hombre y mujeres sean intercambiables. Mujeres y hombres tiene roles distintos y complementarios en la crianza de sus hijos. También esto tendría que ser respetado de manera equitativa. 

La conclusión de Millie es contundente: mientras no exista una discusión que incluya a todos los niños criados voluntariamente sin padre o sin madre, mientras no se sientan avergonzados por salir a la luz, mientras no estén de acuerdo que se les oculten una parte de la verdad de su existencia, no me quedaré callada. No me detendré ni seré silenciada por lo que la gente piense que es aceptable o no lo que deba sentir por el hecho de querer tener un papá. Son mentiras que no estoy dispuesta a tolerar más.   

POR PAZ FERNÁNDEZ CUETO

COLABORADORA

PAZ@FERNAMDEZCUETO.COM

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