COLUMNA INVITADA

Jóvenes Mexican@s: tristeza versus alegría

La juventud debería ser la mejor época de la vida, no es el tiempo para vivir con tristeza

OPINIÓN

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Hugo Eric Flores / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

La juventud debería ser la mejor época de la vida, no es el tiempo para vivir con tristeza. Las acciones y decisiones de nuestros líderes políticos no deberían causar tristeza sino esperanza entre ellos. La tristeza es una emoción que lleva a la desesperanza. Cuando la tristeza es permanente es fácil llegar a la depresión.

Todos hemos estado tristes, -acontecimientos, accidentes, decisiones, errores, enfermedades, un sinnúmero de circunstancias-, nos pueden llevar a este estado emocional. Nadie tiene derecho a arrebatarle la tranquilidad, a quitarle la paz, a robarle su felicidad a otra persona. Muchas veces, el sentimiento de impotencia, de injusticia lleva a la rabia y termina en un profundo estado de tristeza, en pensar que la vida no vale la pena.

Como en otras emociones y sentimientos, este sentimiento individual también puede ser colectivo y tiene exactamente los mismos efectos. Lo que siente una persona lo puede sentir el ente colectivo. La política de la tristeza para mantener a las masas reprimidas, sin opinión, sin acción, en la apatía, es el peor estado para una sociedad joven como la nuestra.

Lo que hemos visto en las últimas dos semanas en los medios de comunicación nos lleva de la indignación, a la rabia y a la tristeza social. Una persona golpeando salvajemente a un joven empleado de un restaurante en San Luis Potosí; un joven acuchillando a una mujer indefensa en las calles de León; un joven de fiesta en la CDMX que aparece muerto en un antro en el Estado de México; dos jóvenes retenidos en una comunidad indígena de Chiapas rogándole a su papá y a su mamá líderes políticos paguen el dinero prometido para obras a sus captores; y lo peor, cinco jóvenes secuestrados matándose entre ellos seguramente obligados por sus captores en Lagos de Moreno, Jalisco.

En todos estos trágicos acontecimientos están involucrados jóvenes. Jóvenes golpeados, jóvenes agresores, jóvenes víctimas, jóvenes de fiesta, jóvenes atrapados en rencillas políticas, jóvenes muertos, cualquiera de ellos podría ser nuestra hija o hijo.

Quien no sienta tristeza por lo que está aconteciendo en nuestro país, simplemente ya está afectado de esa enfermedad social que se llama  indiferencia. Y la indiferencia es evasión, evasión de la realidad que generalmente es provocada por la tristeza. Vivimos una sociedad que está evadiendo sus realidades porque estamos tristes. Como dice el poeta: reímos para no llorar.

Las acciones o inacciones del gobierno no deberían causar tristeza, mucho menos rabia o indignación. Cientos de funcionarios apáticos, inertes y conformistas hoy no cumplen su función pública para la que fueron elegidos o contratados. La paz social se afecta cuando no se cumplen las promesas ofrecidas en campaña, causando gran desilusión en el electorado.

La paz pública se desordena cuando las decisiones de los gobernantes perpetúan las injusticias del sistema. La intranquilidad, el estrés colectivo aumenta cuando se polariza, se divide por poner énfasis en el maniqueísmo de lo bueno y lo malo provocando la fractura de la sociedad y la erosión de los valores compartidos.

Una sensación extendida de tristeza provocada por tantas noticias negativas nos está llevando a evadirnos y a conformarnos. La fragmentación social que lleva la soledad individual, contraria a la cultura comunitaria, fiestera y solidaria del latino. Antes nos sobraban amigos, hoy nos faltan.

La apatía, la desesperanza en estos tiempos de híper información nos está llevando a la creencia de que no es importante involucrarnos en el cambio social porque no importa qué o cuánto hagamos al final del día las cosas no cambiarán. Por eso nuestra juventud no está interesada en la política porque no es una herramienta de cambio ni social ni individual. Aquella vieja idea de Salvador Allende de que “ser joven y no ser revolucionario es una contradicción hasta biológica”, hoy parece una frase vacía, que no prende a las nuevas generaciones como lo hacía con nosotros.

El mundo está lleno de tantas falsas noticias que hasta las reales ya se perciben por nuestros sentidos como irreales. Nuestra juventud ya no está preocupada por el bien común, sino por el individual.

Cuando la política separa familias también se provocan profundas tristezas. Hoy en México ya es común escuchar que en el seno familiar unos están a favor y otros en contra del Presidente. La discusión pública ya se transfirió a las mesas familiares, los resultados son muy parecidos, familias divididas igual que el país.

Otra manera de que la política trae tristeza a las familias, aquí no me refiero a las decisiones públicas sino a la política como una profesión, es que muchas familias de políticos están destruidas. La política es una actividad 24/7/365, demanda tiempo, mucho trabajo, esfuerzo y un desgaste emocional gigantesco.

Es común que los políticos no pongan atención a sus hijos, a sus familias y si estas no están involucrados, la inestabilidad se vivirá a diario. Sin paz en las  casas difícilmente habrá buenos gobernantes. Los políticos mexicanos no son felices, no es una regla pero si es lo común, sus familias tampoco.

Los cristianos siempre acudimos a la fuente de nuestra fe para alimentarnos en momentos de tristeza. Y cuando leemos y creemos que Dios puede cambiar nuestro lamento en baile, en felicidad, en gozo, una fuerza interior se mueve para decirnos que no nos cansemos.

Todas las personas somos susceptibles a esta emoción humana, pero tenemos armas espirituales para vencer nuestras debilidades. Y en la parte pública entendemos perfectamente que: “Cuando el justo gobierna el pueblo se alegra”.

Entendemos que hay momentos difíciles por los que una nación tiene que atravesar, pero no perdemos la esperanza de que se levante el gobierno de los justos. Nos desmayamos porque el recuerdo de nuestro gozo interno nos permite vencer nuestras adversidades personales para ayudar a la construcción del bien colectivo.

La alegría y la felicidad son lo contrario a la tristeza. Me llama la atención, a pesar de ser un derecho consagrado en la constitución, que no muchos políticos hablen del derecho a la felicidad. Son ya muchas las constituciones en todo el mundo que han adoptado que: “Toda persona tiene derecho a la felicidad.

En consecuencia, el Estado debe garantizar el bienestar personal y social mediante la creación de las condiciones jurídicas, económicas, materiales, sociales, culturales, políticas y medioambientales que permitan su ejercicio efectivo.” Para aquellos que opinan que el PES como partido no tuvo frutos. Recientemente vi un spot de Movimiento Ciudadano sobre el derecho a la alegría, parecía que fue el propio Martin Seligman, -el padre de la psicología positiva-, quien se los hubiera dictado. Si, de acuerdo con MC, todos los mexicanos tenemos el derecho constitucional a la felicidad y a la alegría, así lo propuso el PES desde sus orígenes.

Por eso, la conexión entre política y tristeza individual y social versus alegría y felicidad no puede perderse de vista desde la arena pública. Debemos adoptar nuevas estrategias para promover el entendimiento, la resiliencia y la solidaridad. Nuestros jóvenes no deben estar condenados a ser carne de cañón del crimen organizado, ni su futuro puede estar determinado por las malas decisiones de líderes políticos y por la inacción de los gobiernos.

Es tiempo de impulsar un nuevo diálogo generacional y abierto para vencer la carga de la tristeza política y hacer más grande el concepto de comunidad. Es el tiempo de que nuestros jóvenes sean felices, les sobren los amigos y les falten problemas. No permitamos que la triste realidad que nos quieren imponer les abrume, es el tiempo de que se alegren en los días preciosos de su juventud.

POR HUGO ERIC FLORES

PRESIDENTE DEL PES

@HUGOERICFLORES

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