COLUMNA INVITADA

La fiebre de Barbie

No me imaginé que escribiría sobre esto. Recuerdo que algo que se repetía en casa constantemente

OPINIÓN

·
Mónica Salmón / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

No me imaginé que escribiría sobre esto. Recuerdo que algo que se repetía en casa constantemente: "Si no tienes algo bueno que decir, es mejor guardar silencio". Lo siento, quizá rompo con la ilusión de mis lectoras y las enormes fans de la película de Barbie...

Crecí en el mundo de Barbie. Tuve un exceso de muñecas, accesorios, la casa, los coches, la ropa y muchos Kens. Sin duda, la capacidad de crear historias y el juego creativo que despertó Barbie en mi infancia fue sumamente positivo. Una de mis travesuras favoritas era quitarle la ropa y meterla a la cama con Ken.

No dudo que gracias a Barbie comenzaron mis primeros juegos sexuales. Digo travesuras porque mi Nana Tere fue de inmediato a decirle a mi mamá que tenía que asomarse por la ventana de la casa de Barbie y ver con sus propios ojos lo que la niña había hecho. Me sonaba a que algo muy malo acababa de hacer. Tuve una mamá que, al asomarse por la ventanita, me preguntó: "¿No crees que les dé frío?" "Puede ser", respondí y les puse la cobija encima de ellos sin vestirlos. Mis juegos siempre fueron con supervisión, con mucha libertad y sin una mirada juiciosa.

Barbie no solo estuvo presente en mi infancia, diez años después también lo fue para mi hermana Ruth y mi hija. Estoy segura de que Barbie se metió como agua en nuestras esponjas del inconsciente y fijó los estándares de belleza que toda niña tenía que cumplir. No me extraña que muchos años después estuviera en un quirófano poniéndome unas prótesis que simularan un pecho levantado, duro y firme como el de mis muñecas. Tampoco me sorprende que fuera rubia de lata que se parecía al color de pelo de Barbie. Tampoco me sorprende que la mayoría de los problemas de autoestima vengan porque uno de nuestros referentes de belleza sea “¡Es una Barbie!"

Lo que no hemos logrado entender como sociedad es que nos vuelven a engañar. Antes de comprar los boletos para ir al cine y ver la película que volvía locas a todas mis redes, me encontraba en una comida con un profesor de Harvard sumamente molesto que decía que no podíamos participar en la fiebre Barbie. Al estar viendo la película pensé en él y en su enojo. Claro que es un marketing maravilloso y de nuevo un profundo engaño. Hablar de la enfermedad no la cura.

Pensé que darían nuevas propuestas, diferentes resultados. Hay conciencia del malestar de Barbie, pero no vi el cambio real, la propuesta diferente. Vendrá otra generación que irá a consumir todos los productos de Mattel y habrá otras psicólogas que tendrán muchas pacientes que querrán el cuerpo irrealista.

No le creí, no me convenció y me molestó porque el Síndrome Barbie seguirá. Este síndrome es un término no médico que se utiliza para describir una preocupación excesiva por alcanzar los estándares de belleza física considerados "perfectos" en la sociedad. La referencia a "Barbie", esta imagen idealizada de la feminidad, seguirá absorbiendo almas frescas.

Este síndrome puede llevar a una baja autoestima, trastornos alimentarios, ansiedad y otros problemas de salud mental. Las redes sociales y los medios de comunicación influyen en la percepción distorsionada que tenemos sobre la belleza, exacerbando esta preocupación por la apariencia física.

Lo único que es importante reconocer es que la belleza viene en muchas formas y tamaños, y que la autenticidad y la autoaceptación son aspectos esenciales para una salud mental y una psicología positiva. No lo vi con claridad en la película. Vi la intención disfrazada de una conciencia de un producto que ha hecho mucho daño, queriendo tomar otra carretera pero llegando al mismo lugar.

Tal vez mi identidad va mucho más a fin con la idea de la Mujer Maravilla. A menudo se la describe como una figura que encarna la justicia, valentía y, sobre todo, compasión. Además, su lazo de la verdad y sus habilidades sobrehumanas la convierten en una defensora de la verdad y la igualdad. Se levanta, se cae, es menos dramática.

A lo largo de las décadas, la psicología de la Mujer Maravilla ha evolucionado para reflejar cuestiones de género y empoderamiento, convirtiéndola en un ícono feminista en el mundo de los cómics y la cultura popular. Barbie tiene la necesidad de una constante felicidad inalcanzable que me causa náusea. Byung-Chul Han, mi filósofo favorito, ha abordado el tema de la felicidad desde una perspectiva crítica en varias de sus obras.

Ha argumentado que en la sociedad actual existe una obsesión por la búsqueda constante de la felicidad, lo que puede llevar a un aumento de la ansiedad y la presión para ser exitoso. Justo eso fue, en mi punto de vista, lo que hizo la fiebre de Barbie. Han criticado la cultura del rendimiento y la sobreexplotación de uno mismo en busca de la felicidad, lo que él llama la "sociedad del cansancio". Barbie nos lleva a las mujeres a la búsqueda constante de una perfección inexistente.

Lo que me gusta de la psicología de la Mujer Maravilla es que, a pesar de ser una superheroína, nos da la sensación de poder leer sus estados de ánimo reales. Es intrépida y está dispuesta a enfrentarse a los desafíos y peligros para proteger a los demás. Busca comprender y ayudar a aquellos que lo necesiten.

Es una defensora apasionada de la justicia y la igualdad. Lucha contra la opresión y se esfuerza por crear un mundo mejor y más equitativo. Lo que más me gusta de ella es que, como guerrera amazona, es independiente y fuerte tanto física como emocionalmente. No teme enfrentar desafíos y tomar decisiones difíciles. A pesar de los obstáculos de la vida, nunca se da por vencida.

Si pudiera retroceder el tiempo no le regalaría ni una sola Barbie a mi hija. 

Mónica Salmon

Colaboradora

@monicasalmo_ 

MAAZ