PENSANDO EN BEISBOL

Un “Toro” y una realidad

Porque todos los que lo vivimos, lo recordamos tal cual cuando Fernando Valenzuela nos hacía casi a todos prender el televisor para ver sus meteóricas actuaciones, sus ojos al cielo y... ¡Ponche a Winfield!

OPINIÓN

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Alejandro Aguerrebere / Pensando en béisbol / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

La historia de un muchacho humilde, quien llega a las Grandes Ligas para triunfar, siempre será algo grato y animador; de hecho, es lo que nutre a este multimillonario espectáculo de El Rey de los Deportes.

Es particularmente innegable como el talento y el tesón de Fernando Valenzuela lo llevaron a ese beisbol de Las Mayores, a un equipo infaltable como los Dodgers de Los Ángeles, nada menos que la ciudad con más hispanoparlantes en el mundo, después de nuestra amada Ciudad de México. 

La historia del joven lanzador con perfil zurdo, quien era espigado y fue formando una complexión robusta, da para tantos aspectos y perspectivas en cuanto a su análisis, sobre todo, desde ahí de que era gordito algo con lo cual muchas veces se identifican –¿nos identificamos?– muchos mexicanos. 

Desde cómo se acomodaron los factores para que exista hoy el Dodger Stadium (en el barrio de Chavez Ravine) todo parecía una serie de ingredientes como para que un joven mexicano, de raíces indígenas, con esas férreas ganas de triunfar, saliera con el puño en alto como lo hizo Fernando con sus distintas camisolas.

Porque si ustedes creen que todo fue miel sobre hojuelas para el látigo del sur de Sonora, ya imaginarán que pasó las suyas hasta llegar hasta donde llegó.

Las suyas, incluyen el como su mánager en Grandes Ligas, Tom Lasorda, lo dejó casi exprimido del brazo, abusando de su pichada estelar, el screwball y en la profundidad (innings trabajados) en sus aperturas.

A favor, el cómo aprendió esa mortífera pichada del tirabuzón en las sucursales de los californianos, con Fernando Babo Castillo, además del apoyo desde todos los aficionados mexicoestadounidenses, quienes completaban un entradón cada vez que lanzaba el gordo querido, en el Dodger Stadium.

Sin entrar en la herida que significa para la rica historia de los beisbolistas mexicanos en el máximo beisbol la no llegada de Fernando Valenzuela a un nicho en el Salón de la Fama, de Cooperstown (quizá por no llegar a las 200 victorias o por no tener un buen cabildeo), el que hoy se tenga al “34” retirado con el equipo azul surgido en Brooklyn, es algo único.

Esto va dedicado también al extrañado ex compañero de narraciones, don Tommy Morales (qepd), quien le contaba una y otra vez a este autor como el encargado del clubhouse de los Dodgers había escondido el número 34 para que nadie más del equipo de los Dodgers pudiera usarlo...”, alegría compartida.

Tampoco vale la pena hablar de Fernando como “dueño” (solo en el papel) de equipo en la LMB (los Tigres) y menos sobre algunos eventos.

Lo que sí es necesarisimo re plantear las veces que sean necesarias: con las condiciones vigentes en el beisbol profesional mexicano, ¿estamos como para de nuevo tener ídolos así?

Porque todos los que lo vivimos, lo recordamos tal cual cuando Fernando nos hacía casi a todos prender el televisor para ver sus meteóricas actuaciones, sus ojos al cielo y... ¡Ponche a Winfield!

 

POR ALEJANDRO AGUERREBERE

COLABORADOR

@ALEJOU

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