MALOS MODOS

William Friedkin (1935-2023)

Si decidiste dirigir cine hacia finales en los 70, decidiste enfrentar una competencia feroz

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Si decidiste dirigir cine hacia finales en los 70, decidiste enfrentar una competencia feroz. Hollywood tenía ganas de cambiar de maneras radicales, y hubo una camada de directores que, como podrá verse, lograron el cambio: Scorsese, Coppola, Spielberg, Lucas, De Palma, Pollack, Pakula o Woody Allen, por ejemplo. Fue nada menos que en ese contexto que logró destacar William Friedkin, muerto hace unos pocos días, a los 87 años. 

La crítica francesa, por ejemplo, y con la crítica una parte importante del cine de ese país, entendió hace mucho que una buena manera de hacer cine de altos vuelos, de arte o como quieran llamarlo, es haciendo cine de género: policiacas, de preferencia, pero también terror, o ciencia ficción. Hacer lo que han hecho siempre los gringos, pues. No hay evidencias de que a Friedkin lo marcaran los críticos franceses, pero su cine es un ejemplo inmejorable de que esa premisa es acertada.

Por si hay dudas, dos películas bastan para hacer de él un maestro del noir, del policiaco. Una es Cruising, un peliculón que hoy, seguramente, sería improducible. Al Pacino, uno de los actores que acompañó a aquella camada de directores –otros: De Niro o Jack Nicholson– actúa como un policía infiltrado en los ambientes gay de Nueva York, a la caza de un asesino.

La película es brutal en su violencia y en su sexualidad desaforada, y recuerda una de las grandes virtudes de Friedkin: el realismo. Una virtud que ya le conocíamos de su otra gran policiaca, Contacto en Francia, un clásico instantáneo del año 71 con su majestad Gene Hackman en el papel de Popeye Doyle, un policía incorruptible, violento y políticamente incorrecto que persigue a un traficante marsellés, Fernando Rey.  

Al margen de estas dos joyas, desde su debut a fines de los 60 hasta 2017 Friedkin nos dejó un buen puñado de productos debidamente made in Hollywood, desde su estimable Doce hombres en pugna hasta Killer Joe o Vivir y morir en Los Ángeles. Eso ya hubiera constituido una carrera más que solvente: dos películas grandes entre muchas de buenas a muy buenas. Nada más que, además, se dio tiempo de hacer una obra maestra: esa que este año cumple 50 y que se llama El Exorcista.

¿Clásico del terror? Sin duda. Y algo más: fue un fenómeno de histeria multitudinaria, un hit en taquilla, un ejemplo de instrumentalización cruel de los actores y hasta un apunte a las discusiones religiosas de aquellos años de rebrote conservador en el Vaticano. Desde luego, significó la entrada del exorcismo como tema al cine o, diría Fernanda Solórzano, a la cultura en general. Y, vuelvo a Fernanda, lo hizo con una paradójica, virtuosa apelación al realismo.  

Coppola, justamente, no dudó en despedirse de Friedkin con una etiqueta que no le regala a cualquiera: “genialidad”. No está mal como recomendación. 

Julio Patán 

Colaborador

@juliopatan09 

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