COLUMNA INVITADA

Un crimen contra el futuro de la niñez mexicana

Parece lugar común señalarlo, pero se ha hecho necesario: la educación

OPINIÓN

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Guillermo Lerdo de Tejada / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Parece lugar común señalarlo, pero se ha hecho necesario: la educación es el bien público más efectivo para combatir la pobreza, crear desarrollo, movilidad social, abrir caminos de superación personal y colectiva. Es la mejor inversión que un país puede hacer por su futuro.

En México, la educación pública fue uno de los éxitos del siglo XX, al que supimos dar continuidad en el XXI. Perfectible y con rezagos, pero se construyó un entramado educativo asombroso: un cuarto de millón de escuelas, centros de investigación de primer nivel, universidades como la UNAM, CIDE o Colmex; el Conacyt, el FCE, museos, bibliotecas.

En este andamiaje, destacan los libros de texto gratuitos (LTG), verdaderos instrumentos para cerrar brechas de desigualdad y aproximar oportunidades. Por ellos, el niño de la familia más humilde tiene en sus manos acceso a cultura y ciencias con materiales a la altura, y muchas veces superiores, a los usados en los institutos privados. La profesora de la escuela urbana, lo mismo que el de la rural más remota, armados con los LTG, cuentan con una base sólida para ofrecer a sus alumnos conocimientos de calidad, desde matemáticas hasta español.

En muchos hogares mexicanos, sobre todo los más pobres, los LTG son las únicas posesiones culturales, la herramienta gracias a la cual innumerables niños adquirieron el hábito de la lectura, descubrieron el interés por las ciencias, obtuvieron las destrezas para aspirar a la educación superior e incluso, inspirados por sus páginas, atisbaron su vocación de vida.

La calidad de los LTG es vital porque están destinados a la instrucción básica, en edades tempranas cuando los alumnos desarrollan —o no— habilidades cognitivas esenciales. Por ello, los LTG eran elaborados por especialistas de diverso bagaje teórico y práctico, mediante un proceso público, en el que se debían cumplir criterios rigurosos para asegurar su pertinencia.

Todo esto es lo que el actual gobierno robará a unos 25 millones de jóvenes mexicanos, en lo inmediato, y a tantos más en los años por venir. Los expertos coinciden en que los nuevos LTG enseñan menos ciencia, menos habilidades de lectoescritura y de forma deficiente; se desecha conocimiento universal en favor de “saberes” cuasi míticos. Sabemos poco sobre quiénes o cómo se elaboraron, tanto así que la SEP clasificó por cinco años esta información.

Las familias con mayor ingreso —incluyendo los funcionarios que promovieron esta barbaridad— seguirán ofreciendo a sus hijos escuelas privadas, tutores particulares y materiales educativos adicionales, mientras los pequeños de pocos recursos se rezagarán aún más. Los profesores de escuelas públicas deberán buscar alternativas para mantener un nivel aceptable en sus clases, o resignarse a usar los mediocres e insuficientes contenidos oficiales.

El problema de los nuevos LTG no es que su pedagogía postmarxista anticuada vaya a convertir a los alumnos en pequeños comunistas, sino sencillamente que, al rechazar la ciencia por “neoliberal” y sustituirla por intuiciones ideológicas, les priva de conocimientos torales, que les permitirían alcanzar su potencial personal, académico y hasta laboral a futuro. 

Se trata de la misma aversión al mérito y la excelencia; la idealización de un inexistente pasado idílico; el anhelo por una sociedad estática y crédula, donde se romantiza e instrumentaliza políticamente la pobreza, con que se cancelaron las escuelas de tiempo completo, se creó el bodrio de “universidades” Benito Juárez, se devolvió el poder a la CNTE y se abandonó a los estudiantes en la pandemia. No es simple torpeza: es su visión y diseño.

Guillermo Lerdo de Tejada

Colaborador

@GuillermoLerdo

MAAZ