CAMPUS

El detalle de distinción

El desparpajo para ventilar lo que ocurre en la esfera privada ha generado la hibris que representa la extinción del proyecto de regeneración nacional

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La tara presidencial del “no somos iguales” ha sido increíblemente socorrida; a últimas fechas ha sido utilizada con gran disciplina y ahínco. 

En las bases, los priistas que han abandonado el barco cual naufragio del Titanic, expían culpas aduciendo que se han sumado a un proyecto de corte salinista de los ochenta. 

Nada más alejado de la realidad. En términos de política pública y de calidad institucional el saldo del obradorato ha sido negativo.

El proceso de degradación de las instituciones que padece el país y los embates para desequilibrar la relación entre poderes es el más grande peligro que enfrenta la República. 

Estamos en una situación límite. No hay normalidad democrática. La lista de desaciertos en materia de política pública es interminable. ¿Pero en qué radica la diferencia entre el presente y pasado? ¿Entre el oficialismo viejo y nuevo? ¿Cómo se diferencia el obradorato de los regímenes de la transición? ¿En términos estéticos?

A pesar de todos los abusos, la corrupción y la impericia gerencial de los gobiernos de la transición democrática, el ethos y la estética del obradorato es radicalmente diferente a las presidencias de 1994 a 2018. Y se parece de manera alarmante a la administración de Luis Echeverría Álvarez y a la del Jolopo. 

En política la forma es fondo y todo comunica. La estética del obradorato es radicalmente distinta a la de los gobiernos de la transición, que iniciaron en 1994 con la administración del presidente Ernesto Zedillo. 

Zedillo fue el resabio de los políticos formados en la técnica y que hacían alarde de usar relojes Timex o Casio. 

Esta moda la estableció Salinas para diferenciarse de los políticos de la era de Luis Echeverría y el Lopezportillismo y su proclividad por los King Midas. 

En estas semanas he recordado de manera recurrente la respuesta de Rosa Luz Alegría a un periodista que le preguntaba sobre su reacción al enterarse de su nombramiento como secretaria de Turismo en el gabinete de López Portillo. 

“Me caí de la cama”, espetó una Rosa Luz exultante y con una suficiencia sin parangón. 

El aniversario de los cinco años de gobierno, llegaron junto con los Patek Philippe y Vacheron Constantin en las muñecas de los políticos del primer círculo presidencial. 

Y con un contraste espectacular con la sobriedad de la candidata aliancista. 

Los aspirantes del oficialismo mienten e infringen la ley así como respiran. 

No solamente ha habido un esfuerzo por ostentar absoluto desdén por las leyes y su cumplimiento. 

También el desparpajo para ventilar lo que ocurre en la esfera privada y la vanidad que representa pertenecer a la camarilla obradorista ha generado la hibris que representa la
extinción del proyecto de regeneración nacional. Hay luz al final del túnel. 

POR ALEJANDRO ECHEGARAY

POLITÓLOGO

@AECHEGARAY1W

MAAZ