LA ESCENA EXPANDIDA

Tierra Oceana: la intimidad de un acto amoroso

La obra de Daniel Danis, traducida y dirigida por Boris Schoamann, es llevada a escena por la compañía Los Endebles, aborda la enfermedad y el enfrentamiento con la muerte

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace un par de semanas caminamos por la calle de Cuba, en el Centro Histórico de la Ciudad de México, al Foro A Poco No, uno de los espacios escénicos que opera el Sistema de Teatros de la Ciudad de México, atraídos por el montaje “Tierra Oceana”, de Daniel Danis (Hawkesbury, Canadá, 1962), traducida y dirigida por Boris Schoamann, con la Compañía Los Endebles.  

Pocos somos todavía los espectadores que llegamos al espacio físico, luego de la terrible experiencia de la pandemia por la Covid-19, pero esos pocos son suficientes para dar sentido y pertinencia a una obra que habla justo sobre la fragilidad del ser humano, que debe enfrentar su destino final ineludible.

“Tierra Oceana” cuenta una historia conmovedora. Gabriel, un niño de diez años que padece cáncer, se reencuentra con su padre adoptivo, Antoine, luego de que la madre ya no es capaz de acompañarlo en sus últimos días de vida. El padre adoptivo lo recibe con entusiasmo y al enterarse de la situación de su hijo emprende un viaje a la cabaña de su tío, un hombre aislado, generoso y sabio. Una vez reunidos, los tres viven con entusiasmo los últimos meses de vida del pequeño Gabriel.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

Desde luego es una obra idílica en relación con la enfermedad y el enfrentamiento con la muerte, y del acompañamiento solidario y amoroso de quienes están con el enfermo en sus últimos días de vida; sin embargo, el teatro logra que esta visión idílica nos sustraiga de la realidad cotidiana, para hacer un viaje de introspección en relación con temas sensibles que marcan las vidas de los seres humanos en su condición finita.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

La visión de Daniel Danis en relación con la enfermedad y la muerte como el destino trágico de todo ser humano, está anclada en la idea del amor y la generosidad de quienes acompañan al viajante en su último tramo de vida. Idea secundada por Boris Schoemann con su propuesta de dirección, que produce un montaje de pequeñas dimensiones físicas, pero de una profundidad abismal en el terreno de la reflexión y de la introspección para ir al encuentro del estado del alma humana.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

Boris recurre a un estilo del teatro “narrativo”, que básicamente es narrar los hechos y no representarlos. Sólo que Boris tiene una forma personal de llevar esa fórmula a la escena, de tal manera que la historia contada por el narrador no parezca desconectada de lo que se vive en el instante. Todo ocurre ahí, en la escena, en el espacio en donde la tragedia es vivida por los personajes, pero también por el público, que participa de manera activa, con la imaginación, en la terminación de la acción que se desata a partir de lo narrado.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

El director de escena y también actor-narrador, cuenta con dos cómplices, Antón Araiza (Antoine) y Emmanuel Lapin (Gabriel), actores comprometidos con la propuesta escénica y también con el texto que cuenta una historia dolorosa, que debe ser llevada a la vida de manera delicada, sin aspavientos melodramáticos; que le apuesta a la contención de la emoción, que permite transmitir de mejor manera la profundidad y la naturaleza de la tragedia humana.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

Entre el dramaturgo Daniel Danis, el director Boris Schoemann y los actores Antón Araiza y Emmanuel Lapin, se teje un entendimiento para tratar la historia, enorme en su dimensión poética, pero discreta y sobria en su representación escénica. Lo que importa es sentir de una manera mucho más orgánica aquello que se desprende de la condición humana.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

En una sociedad altamente cosificada, aislada y temerosa de su destino trágico, la obra “Tierra Oceana” es una bocanada de oxígeno para volver a mirar el abismo sin temor, y entender la finitud sin culpabilidad, en donde la simbólica del mal (léase Paul Ricoeur) es trascendida por la poética que delinea la cualidad divina del alma humana.

“Tierra Oceana” seguirá itinerante, en Tijuana y Tecate, en octubre de 2023, y seguramente tendrá muchos más años de vida en la escena mexicana.

(Créditos: Cortesía Compañía Los Endebles)

POR JUAN HERNÁNDEZ
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