AIRE PARA PENSAR Y DEJAR PENSAR

¿De qué están hechas tus alas?

A lo único que estamos condenados es a vivir. Y lo queda en el alma es aquello que nos hizo sentir

OPINIÓN

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Paola Albarrán / Aire para pensar y dejar pensar / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

En esta búsqueda de encontrar qué es lo que nos hace sentir vivos, me gusta pensar que todos hacemos lo que mejor podemos en todo momento, y que la vida se trata de tejer el destino, tejerlo con punto fino con nuestros talentos y con las actividades que debemos cumplir. Esta línea es tan delgada, que muchas veces hacemos lo que debemos y nos olvidamos de que estamos viviendo.

¿Cuántas veces importa más la mesa y las flores que van puestas, que las conversaciones que se llevan en la mesa? Juntar a la familia, hacer la comida, invitar, estrenar vestido y ¿de qué se habla? ¿Cómo disfrutamos a los que están sentados? ¿Cuánto es el tiempo que nos sentamos a escucharlos?, ¿A qué hora abrimos nuestro corazón para contar aquello que nos quita el sueño? ¿Cuáles son esas aportaciones en tiempo presente para que sea verdaderamente nutritiva una reunión?

Muchos factores pueden ser el por qué; el miedo, la apatía, la culpa, la rutina, el deber ser, el qué dirán. Nos dominan las amenazas del miedo a equivocarnos, de no cumplir las expectativas de los demás. Esta delgada línea entre vivir y ser vivido es lo que nos conduce cada día. Quien vive de verdad, generalmente es señalado. Quien no vive, pues eso.

El anclaje de la queja, la crítica, la enfermedad parecen ser tristemente el área de confort. ¿Dónde están los proyectos y las manos en acción? ¿Dónde están los que con humildad se suman a las causas? ¿Dónde están los valientes que van en contra corriente y que no se cansan de brillar?

Los que se atreven a vivir no se atreven a contar. Por el miedo al cambio, a ser señalado o a que un comentario pueda arrancarte tu paz.

Vivir también es anestesiar ideas, es dejar ir lo que más nos duele y muchas otras veces lo que más queremos. Es también saber conservar y apostar por lo que nos sostiene. Es tejer con hilos invisibles estructuras de acero para hacer permanecer esos castillos donde vives tú y tus sueños.

Estamos aprendiendo a volar, estamos volando aún sin querer hacerlo, estamos en un vuelo que se llama vida, y que te encuentras y resuenas con aquellos que vuelan a tu misma altura. ¡Cuántas cosas viven enjauladas en nosotros que con todo y alas no las dejamos volar! Son estos momentos de conciencia donde nos podemos preguntar: ¿De qué están hechas nuestras alas?

Habrá alas que estén hechas de letras; de aquellas que escribes y lees. Otras de sonidos que te hacen entrar en un compás que te ponga a bailar o a pensar. Hay alas que también están hechas de los besos que das. De trabajo y de sueños. De galopes y de aire que te hacen respirar. De canciones, risas y amigos. De arte y de apreciación. De recuerdos de los que ya no están. De silencios y oración, de Dios y poderlo encontrar en cada rincón. O quizás las alas se construyan de todo un poquito.

También hay alas que se van colando, la culpa, el miedo y la soledad. El aislamiento, el ego, la rutina es echarles agua y hacerlas tan pesadas que sea lo que impide volar.

Creo que lo más sabio es saber reconocer con humildad que siempre nos podemos equivocar, pero no por eso lo vamos a dejar de intentar.

POR PAOLA ALBARRÁN

paolaalbarran1@gmail.com
IG: @paolaalbarran

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