COLUMNA INVITADA

Pemex y el derrame sobre el campo agroalimentario

Pemex padece una pésima administración, degradación crediticia, condiciones críticas de operación, múltiples accidentes y caída en la producción. Mientras tanto, el campo sufre los efectos

OPINIÓN

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Bosco de la Vega / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En 2013, López Obrador dijo que “extraer petróleo no tiene ninguna ciencia”. Desde entonces sabíamos que, de llegar al poder, condenaría a Pemex al fracaso. A cinco años de gobierno, la empresa tiene condiciones críticas de operación y deuda, con constantes accidentes que dañan a la economía y al sector agroalimentario. 

Desde 2020, Pemex perdió el grado de inversión. Recientemente, Fitch redujo su calificación crediticia de BB- a B+, y Moody’s cambió su perspectiva de estable a negativa. Con una deuda 107 mil millones de dólares (mmd), y vencimientos de corto plazo por 4.6 mmd en 2023, y de 10.9 mmd en 2024; Pemex es la empresa petrolera más endeuda del mundo, y una de las menos productivas. Es insostenible seguir destinando recursos para mantenerla a flote, cuando  hay otras necesidades y sectores que debieran ser prioridad, como el agroalimentario.

La producción de Pemex está muy lejos de los 2.4 millones de barriles diarios (mdb) que prometió este gobierno. Apenas ronda los 1.4 millones mbd, a la que se suman otros 200 mil producidos, por cierto, por el sector privado que tanto critica el presidente. Y aunque la producción le reporta ingresos, no invierte en tecnología para, por ejemplo, operar más eficientemente en aguas profundas, tampoco en capacitación, reconversión o energías limpias. Más bien ha apostado por inversiones cuestionables como la Refinería de Dos Bocas, las decisiones son motivadas por razones políticas y no por una racionalidad empresarial, mantiene una burocracia muy amplia,  un sindicato conflictivo y uno de los regímenes más restrictivos del mundo. Todo ello resulta en ineficiencias, obsolescencias y accidentes,  y para el país supone una constante pérdida de dinero y de competitividad, un medio ambiente contaminado y en riesgo, y una economía menos pujante y sustentable. 

Estos elementos impactan negativamente los costos de producción para el campo, aumentando los precios de insumos esenciales como el diésel y la gasolina, afectando la cadena de suministro y distribución de productos agroalimentarios. Se lastima la logística marítima, el transporte privado y la operación agrícola, incrementando considerablemente el costo del diésel para los tractores, y de los tráileres y camiones de carga y, en consecuencia, afectando los precios y la economía de las familias.

Los derrames de crudo -como el más reciente en la sonda de Campeche que se extendió más de 400 kms cuadrados- y los múltiples accidentes laborales en las instalaciones de Pemex, han tenido un impacto devastador en el medio ambiente, contaminando a los recursos pesqueros, los mares y océanos que forman parte de la cadena de producción de alimentos, afectando así a la industria agroalimentaria.

Ante su mala administración y pésimos resultados, el Ingeniero Agrónomo Octavio Romero no debería continuar como director de PEMEX, pero para este gobierno la lealtad es más importante que la capacidad. La incompetencia, opacidad en la información y decisiones ineficientes erosionan la confianza de los inversionistas, quienes ven un ambiente de negocios caracterizado por la inestabilidad e incertidumbre.

Las promesas del presidente de bajar el precio de energéticos, incrementar la producción de petróleo, y mejorar las condiciones del campo, se las lleva el aire y, con ello, el patrimonio y confianza de todos los mexicanos.  

CUMULONIMBOS. “No hay nada tan amargo como estar largo tiempo pendiente de una promesa”,

Séneca.

POR BOSCO DE LA VEGA

COLABORADOR

@BOSCODELAV

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