MALOS MODOS

Chalino y los narcosatánicos

Estas series nos acercan al México de los últimos años 80 y los primeros 90, años de una forma de violencia criminal que sin duda está en las raíces de la pesadilla diaria que vive este país

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Acaban de asomar la cabeza dos series documentales de muy buena factura que, sumadas a la de Paco Stanley, nos acercan al México de los últimos años 80 y los primeros 90, años de una forma de violencia criminal que sin duda está en las raíces de la pesadilla diaria que vive este país.

La primera serie, de Vix como la de Stanley, es Nunca tuvo miedo, sobre la vida y la muerte de Chalino Sánchez. La segunda es La narcosatánica, centrada en Sara Aldrete, hoy todavía en prisión. Las dos series nuevas, y ambas con la de Stanley, tienen más conexiones de las que pudiera pensarse.

El México de los 80 anuncia, en efecto, lo que va a pasar en los siguientes años. Es la época en que los cárteles norteños hacen una extensa federación, esa en la que figuran y mandan nombres como el de Félix Gallardo, el de Caro Quintero, el de Amado Carrillo y poco después el del Chapo Guzmán.

Es también la época en que el narcotráfico, ni mucho menos una novedad, se convierte en un fenómeno mediático de alcance nacional y con impacto en los Estados Unidos. Obligadamente, es también un fenómeno de violencia de amplio espectro, probablemente no con la magnitud que tiene hoy, pero en mucha mayor medida que antes.

Chalino fue a la vez un resultado y probablemente una víctima de ese mundo de violencia. Nacido en Sinaloa, epicentro del crimen organizado; figura crucial de ese corrido que hoy muchos llamarían “narcocorrido”; hombre bravísimo nacido de la pobreza rural, lo que significa: con un arma en la mano, tuvo un éxito sin precedentes, con una voz rasposa y en principio poco entrenada que terminaría por hacer escuela, antes de morir asesinado de forma prematura y muy violenta.

La serie retrata a ese personaje y a ese mundo con una precisión y una viveza dignas de aplauso, y con apoyo en un extraordinario material de archivo y un muy valioso puñado de entrevistas.

Como con Stanley, con Chalino es imposible saber quién y por qué ordenó su asesinato, pero, como con aquel, con este puede verse por ahí, como una constante, la presencia de las mafias. En cambio, los llamados narcosatánicos, la organización en la que estuvo Aldrete, fueron, en efecto, una secta grotesca, con esos sacrificios humanos, pero una secta que prosperó como lo hizo gracias al narco, cuya sociedad le permitió hacer negocios enormes.

La serie, centrada en una larga entrevista con la propia Aldrete, entiende y refleja muy bien esa atmósfera, complementada, como en las otras dos historias, por la corrupción política y policiaca.

Si las tres series nacen de noticias terribles para México, las tres por sí mismas son, en cambio, una noticia muy buena. La noticia es que eso que solíamos llamar la televisión es ya un magnífico instrumento para entender la historia reciente de nuestro país. No se las pierdan.

POR JULIO PATÁN

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

MAAZ