COLUMNA INVITADA

Tranquilos y satisfechos: los asesinos de Villa

“Los últimos mensajes dicen que Villa fue asesinado esta mañana, mientras que, acompañado de su escolta

OPINIÓN

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Ignacio Anaya Minjarez / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

“Los últimos mensajes dicen que Villa fue asesinado esta mañana, mientras que, acompañado de su escolta, volvía a su rancho desde Parral. Se cree que el asesinato se debió a móviles políticos”. Así apareció el 21 de julio de 1923 la noticia de la muerte del Caudillo en el periódico La Nación. Las primeras planas de la prensa mexicana informaron lo acontecido, pero entre ellas reinaron los rumores sobre quienes estuvieron detrás del atentado.

El Informador publicaba ese día lo siguiente: “Los disparos que los soldados de Villa hicieron contra este, le causaron inmediatamente la muerte, lo mismo que al coronel Trillo”. Las noticias del incidente no se limitaron al territorio nacional, en Estados Unidos el suceso también fue difundido, algunos con diferentes culpables.

Precisamente en esa fecha, El Brownsville Herald informaba que "de todos los hombres que habían jurado matar a Villa, ninguno mostraba tanta animosidad para hacerlo, según sus amigos, como Jesús Herrera". Él era sobreviviente de la familia Herrera, a la cual el Centauro intentó exterminar, y había intentado en múltiples ocasiones acabar con la vida del revolucionario.

Había numerosas razones para querer matar a Francisco Villa, un hombre que evocaba una variedad de sentimientos. Fuera por motivos políticos o venganzas personales, al darse a conocer su muerte la pregunta fue: ¿quién estaba detrás? Los sospechosos abarcaban desde las altas esferas políticas, pasando por el gobierno local, hasta individuos que actuaron guiados por algún tipo de venganza.

Al conocerse que el diputado Jesús Salas Barraza se autoproclamó autor intelectual del crimen -habiendo estado presente entre los hombres que dispararon al vehículo de Villa- hubo un sentimiento de gran alivio. No obstante, no todos aceptaron esa versión, persistía la idea de que los verdaderos autores intelectuales eran otros, y el nombre de Plutarco Elías Calles sonaba insistentemente. 

Los autores del atentado se alejaron tranquilos de la escena. No tenían apuro de escapar, o al menos eso indicaron algunos testigos, de acuerdo con el historiador Friedrich Katz. Entre risas y humo de cigarrillos, sus rostros reflejaban la satisfacción de haber llevado a cabo el acto. Según un barbero local, mientras se alejaban sin prisa, uno de los sujetos comentó a otro: "no hay de quién temer, no hay razón para correr". Esta calma de los asesinos reforzó las primeras sospechas de la implicación de fuerzas poderosas tras el asesinato de Francisco Villa.

Los hilos del poder se enredaban en un laberinto de sombras, dejando a su paso el eco de un juego sucio de la política. Al final, entre las balas, solo quedaban las diversas versiones y una interrogante persistente: ¿era la venganza personal la causa, o había detrás la orquestación de un sistema político, oculto en el corazón de este acto sangriento?

POR IGNACIO ANAYA

COLABORADOR

@Ignaciominj

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