LA ESCENA EXPANDIDA

Compañía estable vs. Proyecto efímero

En México, desde los años 80, han existido dos formas de producción dancística; con el tiempo, ha prevalecido el modelo que carece de una estructura y de una sede

OPINIÓN

·
Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En la década de los años 80 se llamaron grupos porque querían diferenciarse claramente de la identidad de sus maestros y de las organizaciones artísticas de las que muchos de ellos venían. Por eso decidieron que “compañía” era un nombre que ninguno de los colectivos de danza contemporánea debería llevar como seña de su forma de trabajar.

Pasaron los años, los grupos se institucionalizaron con la política cultural impulsada desde el año de 1988, en el que los colectivos tuvieron que apegarse a la forma de producción que exigía el Estado mexicano, con el control que tenía de las finanzas repartidas a los artistas por medio del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, entonces recién creado.

Empezaron a llamarse compañías, se olvidaron de sus filosofías y de las fobias que sentían contra esa forma de organización y lo que representaba: a los grandes maestros de la danza y sus, esas sí, compañías artísticas (a las que dedicaremos otro espacio por su importancia).

En México, desde entonces, ha habido una enorme confusión debido al uso de una palabra: compañía. Palabra que ofrece identidad a los colectivos artísticos. Pocas son, sin embargo, las verdaderas compañías estables de danza contemporánea en México. Podríamos mencionar a Barro Rojo Arte Escénico, Contempodanza, Antares, Delfos y en algún tiempo Lux Boreal (antes de su crisis y desmembramiento).

La identidad de una compañía tiene que ver con su estructura y organización que puede ser vertical (casi siempre) y horizontal (excepcionalmente), la dirige una figura reconocida por sus creaciones, tiene un elenco estable (lo suficiente para consolidar algunas búsquedas artísticas), trabajo continuo con ese elenco, una sede y, sobre todo, un proyecto artístico de largo plazo, con principios éticos, estéticos, políticos, sociales y filosóficos.

Sí tenemos ese tipo de compañías, que han cumplido 40, 30, 25 años, y lo han celebrado a lo grande, porque lo merecen; toda vez que mantener su estatus de compañía les ha exigido mucho trabajo, control, pasión y, sobre todo, la incesable persecución de su proyecto artístico.

Pero lo que más tenemos son creadores que han logrado hacer un nombre a partir de la presentación de obras que hacen por diferentes motivos, como gozar de una beca, o por alguna celebración. En estos casos, se convoca o invita al elenco, se trabaja directamente en la construcción de la obra y se presenta al público. Después de eso, los bailarines se van a otro proyecto con otro coreógrafo. Sin embargo, este tipo de organización coyuntural también es llamada compañía y generalmente lleva el nombre del coreógrafo, porque es realmente el coreógrafo el que representa ese modo de producción, quien lleva a cabo la idea de una obra, pero carece de la identidad de una compañía artística estable.

Importante diferencia, no sólo por la confusión que provoca en la cultura dancística, poniendo sobre una misma superficie a estas dos formas de producir obras artísticas; también porque el criterio que a partir de 1988 se utilizó para otorgar becas tenía que ver con la definición de compañía estable y consolidada.

No siempre fueron las compañías estables las que recibieron una beca que exigía esa característica. Se manipularon las convocatorias para entregar financiamiento a quienes estaban al frente, mucho más activos en la política cultural que en la creación, y no fueron pocas veces las compañías estables consolidadas, para las que se creó una convocatoria, que se excluyeron de aquel beneficio. Como sea, el sistema de financiamiento no sólo provocó este tipo de situaciones, también y quizá el más importante, fracturó el movimiento de los grupos artísticos y dividió a los creadores en pugna por un beneficio económico del Estado mexicano.

A partir de mañana se abren las puertas del Palacio de Bellas Artes para recibir a las compañías que identificamos dentro de la segunda forma de producción, con la excepción de Delfos (compañía estable) y Ceprodac (la compañía oficial de danza contemporánea del INBAL): un coreógrafo que trabaja en la coyuntura y se mantiene activo con elencos efímeros, tanto como la obra que crean.

Sin duda tienen su importancia, pero no debemos perder de vista que se reconoce el esfuerzo de un creador por mantener su personalidad presente en el medio dancístico, a pesar de no tener una compañía estable y, sobre todo, para estar en el mapa que atiende la política cultural del Estado mexicano.

POR JUAN HERNÁNDEZ
IG:@JUANHERNANDEZ4248  
TW: @ISLAS33

PAL