COLUMNA INVITADA

El Embajador

Hace unos días partió un mexicano excepcional: Porfirio Muñoz Ledo

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hace unos días partió un mexicano excepcional: Porfirio Muñoz Ledo. Hombre de cultura extraordinaria, abogado, funcionario público, profesor, escritor, historiador, constitucionalista, estratega, fundador y líder de varios partidos políticos, diplomático, nacionalista, demócrata, republicano, rebelde, bailarín, pugilista, diputado, senador, polemista, discutidor, orador fuera de serie, valiente y recio. 

Todos esos adjetivos no alcanzan para describir su personalidad. Muñoz Ledo dedicó su vida a una sola pasión que englobaba todas las demás: la política. Fue, ante todo, un político apasionado. Una persona que dedicaba todo su tiempo a pensar y actuar en política. Aunque no alcanzó su mayor ambición, la presidencia de la república, su contribución más trascendente fue su aportación a la vida republicana, la construcción de instituciones, la política exterior, y la conformación de una incipiente democracia en nuestro país. 

Conocí al Embajador Porfirio Muñoz Ledo en Nueva York, en septiembre de 1979, recién estrenado como Representante Permanente de México ante la ONU. Fui parte de la delegación mexicana en las asambleas de ese año y de 1980. A solicitud del embajador, en 1981 la Cancillería me trasladó a la Misión ante la Organización, donde colaboré directamente con el hasta su retorno a México en septiembre de 1985. Desde el primer día me deslumbraron su inteligencia y personalidad. El embajador era una fuente inagotable de ideas, de análisis político, de estrategias diplomáticas, de nuevas iniciativas. Cualquier plática con él se convertía en una lección de diplomacia, de historia o de política. Siempre estaba bien informado y tenía vista periférica. Podía ligar eventos para mí totalmente desconectados, y advertir sus posibles consecuencias para México. Amaba profundamente a nuestro país. 

Las juntas internas en la Misión, en especial durante los periodos de la Asamblea General, eran una gran escuela de diplomacia. Presididas por Muñoz Ledo, participaban una pléyade de diplomáticas y diplomáticos de excelencia, incluyendo al excanciller Alfonso García Robles, la hoy senadora Ifigenia Martínez, la embajadora Carmen Moreno, y los embajadores Antonio González De León, Luis Weckman, Antonio Gómez Robledo, Eugenio Anguiano, Jorge Eduardo Navarrete y muchos más. Muñoz Ledo hizo aportaciones concretas a la política exterior y la diplomacia mexicana. 

Uno. El presidente Echeverría impulsó una política exterior “activa” que tenía como propósito principal la diversificación de las relaciones exteriores del país. Por esa razón, fortaleció los vínculos con naciones europeas, asiáticas y latinoamericanas, y en la ONU promovió las causas de los países en desarrollo. Como secretario del trabajo de ese gobierno, Muñoz Ledo fue uno de los principales arquitectos de esa visión, que quedó plasmada en la Carta de Derechos y Deberes Económicos de los Estados, aprobada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1974. Años después, en 1984, en el gobierno de Miguel De La Madrid, el embajador fue electo presidente del Grupo de los 77, en donde siguió impulsando las demandas de los países en desarrollo. 

Dos. A partir de 1947 México se negó a participar como miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU y se mantuvo alejado de la corriente internacional promotora de los derechos humanos. El presidente López Portillo y su Canciller, Jorge Castañeda Alvarez De La Rosa, decidieron romper el tabú. Impulsaron nuestro retorno al Consejo de Seguridad, lo que ocurrió en 1980-1981. El embajador fue un digno representante impulsando la aplicación estricta de la Carta de las Naciones Unidas, y posiciones comunes con los países en desarrollo. 

López Portillo y su secretario de gobernación, Jesús Reyes Heroles, impulsaron la primera reforma política. Aprovechando esta apertura democrática, un diplomático brillante, Antonio González De León, convenció al gobierno de romper este segundo tabú, y que México se adhiriera a las principales convenciones internacionales protectoras de los derechos humanos, lo que ocurrió en 1981. Muñoz Ledo fue uno de los principales aliados en esta causa. 

Tres. La guerra en El Salvador se recrudecía a principios de los ochenta. En agosto de 1981 el Canciller Castañeda promovió con su contraparte francés una declaración conjunta en que ambos gobiernos reconocían a la guerrilla salvadoreña como fuerza política representativa, y hacían un llamado a una solución negociada con el gobierno de ese país. El embajador fue uno de los arquitectos de esta Declaración que muchos años después, en 1991, sería la base de los acuerdos de Chapultepec con el que se puso fin al conflicto armado en ese país. 

Contrariamente a lo que algunos de sus críticos sostienen, el Embajador tuvo firmes convicciones políticas. En el gobierno o en la oposición, Muñoz Ledo fue, básicamente, un socialdemócrata, un constitucionalista y un hombre de estado. Buscaba un México más democrático e incluyente y proyectar a México en el escenario internacional como lo que realmente es: una potencia.

 

POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS ES DIRECTOR DE LA INICIATIVA SOBRE LOS ODS EN EL TEC DE MONTERREY

@MIGUELRCABANAS

MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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