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El obradorismo es clasista, racista, xenófobo y se hace acompañar del antisemitismo más abyecto

OPINIÓN

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Alejandro Echegaray / Campus / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El obradorismo es clasista, racista, xenófobo y se hace acompañar del antisemitismo más abyecto. El ascenso de Xóchitl Gálvez como la candidata más competitiva de la oposición sacó a relucir los verdaderos colores del presidente de la república y su grey. Al interior de morena, la sucesión adelantada y la cargada a favor de la Doctora Sheinbaum han generado una campaña para desprestigiar a Xóchitl por su origen humilde e indígena. Mientras que algunos de los aspirantes a la candidatura morenista han tratado de descarrilar el proyecto de Claudia por ser judía. 

En México, azuzado por las diatribas matutinas del presidente se ha desarrollado –por algunos de sus adeptos- el nacionalismo morenista, que es a la vez xenófobo y nativista. La tropicalización del wokismo Tenoch-ka está basado en la victimización y establece que el racismo, la discriminación de género y hacia grupos minoritarios están incrustados en el DNA de la burguesía nacional. Este supuesto racismo que campea en la psique de los mexicanos como imaginario social ha servido para que militantes obradoristas lucren socialmente y obtengan espacios políticos.  

La embestida en contra de la aspirante aliancista ha desnudado el movimiento de regeneración nacional y los ha exhibido como lo que son: una caterva de chauvinistas intolerantes. También evidencia que esta agenda de protección identitaria de la narrativa oficialista se usó solo de manera pragmática para desviar la atención de los verdaderos problemas de que nos aquejan como país. Y que la supuesta cruzada presidencial por la reivindicación de los desprotegidos y marginados ha sido una vendetta en contra del México clasemediero.  

Es grave que desde el gobierno se haya utilizado al racismo latente en México para dividir. La estrategia de crispar a la sociedad a lo largo del clivaje racial, con la intención de generar un enemigo que sirva de engrudo discursivo ha sido una de las externalidades negativas más perniciosas del obradorismo.   

El activismo que ha adoptado la bandera racial y de clase desde el populismo del presidente genera artificialmente un problema que no se da de manera institucional en México y promueve la división. Con la consolidación de la candidatura de Xóchitl se hace patente la lastimosa imposición de la agenda identitaria y de lo que califica como indigenista por parte de los gendarmes y guardianes de la corrección política. Este nuevo culto aleja el foco de las verdaderas amenazas a las libertades y derechos individuales.  

Hagamos el propósito de orientar la discusión pública en los problemas de fondo y la forma de solucionarlos. Una discusión que regrese al debate público los derechos individuales y el fortalecimiento de la democracia; que nos devuelva gobiernos responsables que utilicen la técnica para resolver los verdaderos problemas de México como son la desigualdad en la distribución del ingreso y el gobierno de los cárteles del crimen organizado.  

Si no frenamos a la clica que ha tenido como plan de gobierno sembrar odio racial y seguimos estirando la liga podríamos llegar a un punto sin retorno. Afortunadamente los acontecimientos de estas últimas semanas muestran que estamos a tiempo de recuperar el rumbo. 

POR ALEJANDRO ECHEGARAY

COLABORADOR

@aechegaray1 

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