COLUMNA INVITADA

Mesianismo político: entre la cultura, el carisma, la necesidad y el populismo

Las promesas de cambio, de esperanza y de transformación tienen efectos temporales y generalmente terminan en tiempos difíciles y, a veces, caóticos

OPINIÓN

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Hugo Eric Flores / Columna Invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: El Heraldo de México

No va a haber Presidente, ella o el, que pueda resolver todos los problemas que tenemos los mexicanos desde hace 200 años de vida independiente en seis años de gobierno. Quien crea que eso es posible es un ingenuo que esta adoctrinado en la tradicional cultura política latinoamericana. Lo peor, si hay un líder que crea que por sí mismo puedo salvar a una nación, es simplemente vivir en la irrealidad, en el espejismo. El ascenso de un líder político carismático que pueda cautivar la mente de individuos y de una nación es posible, lo hemos visto hasta en las democracias más avanzadas. Sin embargo, también está comprobado que las promesas de cambio, de esperanza y de transformación tienen efectos temporales y generalmente terminan en tiempos difíciles y, a veces, caóticos. Estos líderes generalmente emergen en tiempos de necesidad, de problemática económica, política o social, en tiempos abonados para el cambio y con un discurso lleno de buenos propósitos cautivan a las masas. Desafortunadamente, la historia demuestra que la mayoría de estos líderes son peligros potenciales para la creación de sociedades democráticas, gobiernos eficaces y libertades individuales tres ejes del verdadero liberalismo.

Hasta estos momentos, la propuesta lógica y con más fuerza del Frente Amplio Opositor, integrado por el PAN-PRI-PRD, es Xóchitl Gálvez. Nadie puede negar que Xóchitl tiene una historia que vender, y que se puede crear alrededor de ella una narrativa interesante. Resultado de la búsqueda de los Head Hunters de Vicente Fox, Horacio McCoy reclutó a Xóchitl para esa administración. Desde ese tiempo brilló por su carisma personal pero también por ser una fiel representante del foxismo: “mucho ruido, pocas nueces”. Visto desde la vitrina de la historia nadie puede negar que Fox era un populista de derecha. Posiblemente se necesitaba una personalidad como la de él para ganarle al PRI, lo cierto es que su gobierno estuvo plagado de inconsistencias, sin visión de futuro. Fox no era un estadista, era un vendedor de “Cocas”, que su personalidad dicharachera no le alcanzó para lograr una verdadera transición democrática. En lugar de un “Pacto de la Moncloa”, para lograr esa transición histórica y necesaria, propuso un co-gobierno de “la pareja presidencial”. Sin tocar al sistema burocrático priista, lo imitó, lo lleno de ocurrencias, y al final no le alcanzó para dejar a “Martita” como su sucesora, como era su propósito. Debemos tener memoria histórica, Xóchitl será fiel representante del foxismo, no de Fox, sino del foxismo, esa manera populista de hacer política.

Los líderes mesiánicos tienen el poder de amoldar la opinión pública a su favor tras presentarse como la única solución a los complejos problemas. Es muy común que eclipsen a las instituciones tradicionales, que marginen a las verdaderas voces opositoras, y que seduzcan o compren a la clase política que acostumbrada a las prebendas, siempre se acomoda. Tienden a minimizar la ley o el estado de derecho, tratan de concentrar todo el poder en sus propias manos y simplifican problemas complejos ofreciendo soluciones rápidas. Generalmente mienten y su discurso salpicado de diagnósticos de la realidad termina por convertirse en una ilusión, en lo que “el pueblo quiere oír”. Al tener el favor de grandes mayorías, se acostumbran a gobernar con las encuestas en la mano, gobiernan para “el respetable” y no para solucionar los problemas que dieron origen a su encumbramiento. Al final, casi todos los líderes carismáticos, la mayoría de ellos con propósitos originales buenos y correctos terminan convirtiéndose en populistas. Y para los populismos no hay geometría política, hay populistas de derecha y los hay de izquierda.

En mi caso, como lo es para muchos que practicamos el cristianismo católico o protestante, no estamos esperando que un líder político o espiritual sea nuestro nuevo mesías. Jesucristo es nuestro mesías, vino hace dos mil años y no estamos esperando otro. El mensaje de amor al prójimo de Jesús que apunta hacia una vida digna para los pobres y para los desprotegidos debe ser el objetivo de los cristianos en política. Pero no solo es eso, sino seguir el ejemplo de humildad, compasión, auto gobierno, paciencia, obediencia y honestidad de Jesús. Al final un político cristiano, con principios y valores sólidos en su fe, debe tener los pies en la tierra y mirar hacia el cielo para pedir sabiduría, sabiendo que al final es Dios el consumador de la historia. Reza un versículo bíblico muy fuerte: “maldito el hombre que confíe en el hombre”. Por lo tanto, creer que un hombre o una mujer puede cambiar solo nuestros destinos terrenales es poner la fe donde no la debemos poner. Una sociedad fundada o reformada en valores universales cristianos debería ser el objetivo del liderazgo de los cristianos en política. No mesianismos, sino una sociedad que propicie una cultura llena de valores humanos.

Al parecer la apuesta está hecha. El Frente Amplio Opositor, con el propósito de ser competitivos y ganar votos y curules, le está proponiendo a los mexicanos: sustituir el populismo de izquierda por uno de derecha. Esta idea parece no desagradarle al Presidente López Obrador que con las encuestas en la mano todas las mañanas hace propaganda e impulsa la candidatura de Xóchitl por la oposición. La hace más popular porque sabe bien que no le va a alcanzar y que la posibilidad de que MC proponga su propio candidato, atomizaría aún más el voto opositor. La seriedad de una candidatura como la de Claudia Sheinbaum, vis a vis a la de Xóchitl Gálvez, parece garantizarle anticipadamente una victoria no contundente pero victoria al fin.

En este posible escenario la potencial candidatura de Claudia se fortalecería porque sería ella la política seria, la de las propuestas, la que podría institucionalizar los gobiernos de izquierda sin caer en populismos, la que podría tener una visión de estado. Es tiempo que los mexicanos nos demos cuenta que no son los mesías, son las instituciones las que debemos fortalecer.  Una generación completa nos llevará instalar una cultura de fortalecimiento a nuestras instituciones, sean gobiernos de izquierda o derecha debemos consolidar un sistema de instituciones. La próxima elección presidencial nos propone la disyuntiva entre: Populismo Foxista contra populismo Obradorista; o, de mujeres de estado de izquierda o de derecha. Ojalá sea la segunda.  

POR HUGO ERIC FLORES

PRESIDENTE DEL PES

@HUGOERICFLORES

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