APUNTES DE GUERRA

Porfirio, o el largo y sinuoso trayecto de la democracia mexicana

Cómo quién martillea un muro, así Muñoz Ledo buscó cimbrar, ordenada y pacíficamente, a eso que fue considerada la dictadura perfecta

OPINIÓN

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Gabriel Guerra / Apuntes de Guerra / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Cuando, en 1987, Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz comenzaron a plantear la alternativa en que se convertiría primero la Corriente Democrática del PRI y luego el Frente Democrático Nacional, pocos imaginaron el impacto transformador que ambos tendrían.

La sacudida electoral de 1988, en que por primera vez el partidazo mostró sus grietas, fue apenas el inicio de una larga y hoy todavía Interminada transición hacia una democracia plena y robusta. La densa niebla que entonces impedía ver el camino se transformó con el tiempo en los nubarrones que desde por lo menos el 2006 se ciernen sobre nuestro todavía frágil sistema político-electoral.

No obstante lo anterior, el avance es innegable: quien conozca, ya sea por lecturas o por recuerdos, el México de los 80's, sabrá que hay una abismal diferencia entre aquellos tiempos de los estertores del autoritarismo priista y los que hoy vivimos.

Mucho de ese avance se debe al arrojo y a la imprudencia de Porfirio. Con una trayectoria significativa dentro del priismo, habiendo sido dos veces secretario de Estado, precandidato a la presidencia y luego presidente del PRI, su rompimiento con el régimen equiparaba en significado al del propio Cuauhtémoc, de nombre y apellido mitológicos, pero de trayectoria hasta entonces más modesta. Juntos, los dos conformaban un binomio que puso literalmente a temblar al sistema.

Las elecciones de 1988 fueron históricas en muchos sentidos, pero el más relevante fue que se hizo añicos la imagen de invencibilidad del PRI. Dañados ya sus prospectos tras los catastróficos sismos de 1985 y la tardía reacción gubernamental, la fractura del ‘87 y los cuestionamientos por el burdo, lo del fraude electoral, agravaron su declive. Si bien Salinas de Gortari pudo revertirlo temporalmente, para 1997 ya la oposición había ganado el entonces Distrito Federal y la Cámara de Diputados. El primer presidente del Congreso dividido fue el propio Porfirio Muñoz Ledo, quien dio cátedra republicana desde la tribuna el día de la instalación de la nueva legislatura y del informe del entonces presidente Ernesto Zedillo.

Pragmático hasta el final, Muñoz Ledo buscó acelerar los procesos de apertura democrática nacional. Quienes hoy lo acusan de veleta o de traidor olvidan lo que se requiere para romper con el poder en un sistema presidencialista y de vocación autoritaria como el de México. Porfirio no tuvo empacho en enfrentarse lo mismo a De La Madrid que a Zedillo que a Fox o a López Obrador, con quienes fue más frontal el rompimiento. Su pluma y su capacidad oratoria hicieron también estragos en las presidencias de Calderón y Peña Nieto.

Cómo quién martillea un muro, así Porfirio buscó cimbrar, ordenada y pacíficamente, a eso que alguna vez fue considerada como la dictadura perfecta.

Sin él, sin Cuauhtémoc, sin tantos otros, tal vez seguiríamos ahí.

POR GABRIEL GUERRA
COLABORADOR
GGUERRA@GCYA.NET
@GABRIELGUERRAC

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