PORTAZO

Frivolidad y desvarío presidencial

De entre los instantes capturados por la fotografía de la historia, nada se compara con la imagen más ridícula de la mojiganga actual: el Presidente de la República en juego chistoso y pueril con su caricatura

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Hay momentos definitorios en la vida de un político. Signos cuya imagen los define y califica para siempre. Y hay otros para su eterna degradación, su desventura.

En un mal momento, José López Portillo juró entre sollozos defender el peso como un perro, y el can y el peso terminaron atropellados por la befa. Inolvidable la frase de Gustavo Díaz Ordaz, mi mano está tendida… el odio no ha nacido en mí. Antonio López de Santa Anna triste en el funeral de su pierna mutilada.

Inolvidable, Enrique Peña Nieto en ridícula carrera por los pasillos de la Universidad Iberoamericana. Memorable la pedrada a Luis Echeverría en Ciudad Universitaria, y el temple del general Lázaro Cárdenas sobre un vehículo en el Zócalo de la Ciudad de México en un mitin de izquierda. 

Para siempre la voz de Vicente Fox conminando a Castro a abandonar la reunión internacional después de comer.

Boris Yeltsin sobre el tanque parando un golpe. Adolfo Suárez íntegro en el Tejerazo. Winston Churchill jura la “V”.

Pero, de entre todos esos instantes capturados por la fotografía de la historia, nada se compara con la imagen más ridícula de la mojiganga actual: el Presidente de la República en juego
chistoso y pueril con su caricatura (Hernández) en un peluche parlante.

La investidura presidencial de Andrés Manuel López Obrador, degradada al monigote de El Peje.

Y todo en torno de un secuestro masivo:

–No, no sabemos. Al parecer, es una confrontación entre grupos, que eso es ahora lo más relevante, lo más común, que se enfrenten grupos, pero no tienen por qué; bueno, ni en el caso de ellos mismos, no tienen por qué hacerse daño, y mucho menos, si se trata de gente que está cumpliendo con su responsabilidad, o de ciudadanos inocentes.

—¿Hay esperanzas de encontrarlos con vida?

—Sí, eso lo deseamos, lo deseamos y vamos a esperarnos.

—En el video piden, justamente, con los secuestrados, la destitución de varios mandos, eso de…

—No, no, acaba de salir ahora, según me dicen. Pero lo mejor es que los liberen; si no, los voy a acusar con sus papás y con sus abuelos…

“…Ya ven que salió un Amlito. ¡Ah! Ya no puedo hablar de eso, que habla el Amlito y dice: ‘Lo que diga mi dedito’.

—Aquí hay uno, Presidente.

—¿A dónde hay? ¿Tienes uno? A ver pásalo…  ‘Lo que me diga mi dedito. Me canso ganso. Prepárate para la multa. Adiós, adiós’”.

Mucho se dijo sobre la frivolidad de antaño. ¿Cómo admitir esto cuando está en juego la vida de una docena de personas en medio de un clima nacional de insoportable violencia a la cual se responde con ocurrencias seniles o pueriles?

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

@CARDONARAFAEL

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