EN LOS MARES DE LA EDUCACIÓN

El coco matemático

Las dificultades en la materia suelen atribuirse a factores cognitivos, pero hay más indicios de que los “alumnos tienen reacciones emocionales negativas”

OPINIÓN

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Antonio Argüelles / En los Mares de la Educación / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Cuando se aprende a nadar, hay un estilo que suele causar más dificultades que los demás: la mariposa. A diferencia, del crol, el dorso y el pecho, que son relativamente fáciles de dominar, el estilo mariposa requiere gran coordinación y ciertes habilidades físicas, sobre todo de flexibilidad. Su reputación no deja lugar a dudas: se trata del estilo que más miedo provoca.

En la vida académica, si los estilos de natación se vieran como materias, el equivalente al estilo mariposa sería la asignatura de Matemáticas. La periodista Lucía Foraster confiesa en El País que forma parte de quienes están convencidos de que los números no son lo suyo. Aunque las matemáticas “no le [disgustaban]” y “disfrutaba despejando las x de las ecuaciones y haciendo reglas de tres”, la frustración se apoderaba de ella porque a menudo no lograba los ejercicios. Desde luego, no es la única.

Las dificultades en esta materia, según un reporte de la Oficina Internacional de Educación de la Unesco y la Academia Internacional de Educación, suelen atribuirse a factores cognitivos, como la falta de capacidad, preparación, práctica o conocimiento. No obstante, sostienen los autores, cada vez hay más indicios de que “muchos alumnos tienen reacciones emocionales negativas hacia las matemáticas”, conocidas como ansiedad matemática. Este sentimiento de tensión y ansiedad “interfiere con la manipulación de los números y la resolución de problemas matemáticos en la vida cotidiana y situaciones académicas”.

Si bien hay estudiantes con más facilidad que otros para los números, las dificultades no tienen por qué ser una condena. Cada vez más especialistas coinciden en que la cuestión central es la forma en que se enseñan las matemáticas. No es casualidad que los errores más comunes —según una evaluación que Siete Mares Consultores aplicó en distintos estados del país— sean los mismos en todo el territorio, norte o sur, urbano o rural.

Como dice la matemática Eugenia Cheng, el problema central “es que, en nuestra prisa por transmitir contenido (fracciones, porcentajes, algoritmos), no prestamos suficiente atención a los sentimientos. Los currículos típicos no logran imbuir a los niños con el amor y la apreciación de las matemáticas”. Y precisa, correctamente, que ello no es culpa de los maestros: “el sistema educativo juzga a los estudiantes por su desempeño, no por el disfrute”.

La idea de que una persona es “mala” en matemáticas —o en el estilo de mariposa— no sólo es imprecisa, sino también perniciosa. Cheng identifica tres razones, con las cuales coincido plenamente: 1) ignora la cantidad de trabajo que se necesita para ser bueno; 2) brinda a las personas una razón fácil para rendirse y al sistema educativo para descartarlas como “inadecuadas”, y 3) da a educadores y autoridades una excusa para no buscar métodos de enseñanza más flexibles y creativos.

Con esto en mente, es necesario que quienes estamos involucrados en el ámbito educativo nos acerquemos a la idea de enseñar matemáticas con emoción. En pocas palabras, se trata de usar las emociones, el pensamiento crítico y la resolución de problemas para cambiar los procesos tradicionales de enseñanza y, así, facilitar el aprendizaje matemático. Para lograrlo, hay que recurrir a dinámicas lúdicas, reflexiones colectivas y experiencias compartidas. El punto clave es que todos pueden mejorar si se les ayuda de la manera correcta.

 

 

POR ANTONIO ARGÜELLES
COLABORADOR
@MEXICANO_ACTIVO

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