ARTICULISTA

Oswaldo Guayasamín

Este pájaro de la paz se preocupó por representar en su obra el gran lienzo de la humanidad

OPINIÓN

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Bernardo Noval / Articulista / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El arte es una manifestación poderosa de la humanidad, un lenguaje que, a lo largo de la historia, ha logrado plasmar la realidad y sus diferentes aspectos de maneras revolucionarias; muchas veces proponiendo soluciones a diferentes necesidades, convirtiéndose en una alternativa válida para el desarrollo del pensamiento humano, la creatividad y la innovación.

Los artistas siempre han mostrado un modo vanguardista de entender el mundo, abriendo las puertas a diversas visiones y a la valoración del trabajo que se hace con las manos. Desde los ojos de los artistas somos capaces de observar la habilidad para plasmar con delicadeza artística la visión subjetiva del mundo y lo que contiene.

Dentro de estas muchas visiones, la obra de Oswaldo Guayasamín habla de los despojados del mundo, “su voz es la voz de muchos”.

“Hay quien nace viejo y muere de lo mismo, sin enterarse siquiera de su paso por la vida. Hay quien nace y muere joven, eternamente joven, renovador y creativo”. Así se nombró Guayasamín un joven eterno.

Nació en Quito en 1919, hijo de un padre quechua y una madre mestiza. Desde muy temprana edad, mostró una profunda sensibilidad por las artes plásticas y pese a la negativa de su padre, en 1932 cursa estudios en la Escuela de Bellas Artes de Quito. Expone por primera vez a la edad de 23 años en Quito y provoca un escándalo. Nelson Rockefeller, impresionado por la obra, compra varios cuadros y ayuda a Guayasamín en el futuro. Entre 1942 y 1943 permanece seis meses en Estados Unidos. Luego, viaja a México, en donde conoce a José Clemente Orozco, quien acepta a Guayasamín como asistente. Asimismo, entabla amistad con Pablo Neruda y viaja por distintos países de América Latina, encontrando en todos ellos una sociedad indígena oprimida, temática que, desde entonces, aparecerá siempre en sus obras.

Guayasamín, en quechua significa: ave blanca volando. Este pájaro de la paz se preocupó por representar en su obra el gran lienzo de la humanidad. Aunque su obra se desarrolla en tres grandes etapas, hay una estrecha relación de los tres momentos; el gran tema de Guayasamín: su lucha contra la desigualdad se sostendrá en el tiempo como un gran hilo conductor que, finalmente, se constituirá en un gran relato.

Guayasamín es un intérprete del paisaje humano, su obra es la vida sentida en la piel como un lienzo. Por ello expresa: “hay un factor que yo llamo de piel afuera, lo que está sucediendo en el tiempo que me ha tocado vivir. Porque hay otra realidad, lo que llamo de piel adentro, mis propias experiencias de mi niñez y mi juventud. Mi mundo interior, la piel adentro coincide con la piel afuera”. Su pintura será para arañar, escandalizar, martillar en el corazón de la gente. Es como un grito desesperado y fijo que no quiere callar la voz de los torturados, los desaparecidos, los humillados del “tiempo que nos ha tocado vivir”. Para él, pintar era “una forma de oración”, por eso su forma es clara, nítida, llana, accesible a todos para que no quede nada a la libre interpretación.

A su muerte, en marzo de 1999, Guayasamín ya había conseguido el reconocimiento nacional e internacional en cuanto a premios, homenajes y difusión de su obra. Su trabajo y trayectoria le permitió llevar sus obras a los mejores museos y galerías del mundo y hoy es uno de los referentes más importantes del arte ecuatoriano y de América Latina.

 

POR BERNARDO NOVAL
CEO MUST WANTED GROUP

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