COLUMNA INVITADA

Pensar el presente

Hace unos años tuve la oportunidad de trabajar con Michell Maffesoli en su Centro

OPINIÓN

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Pedro Ángel Palou / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Hace unos años tuve la oportunidad de trabajar con Michell Maffesoli en su Centro sobre lo Actual y lo Cotidiano, en la Sorbona. A este sociólogo francés le debemos una serie de reflexiones esenciales para comprender el mundo en el que vivimos. Cuando llegué a Francia él estaba ocupado en lo que ocurría con los jóvenes en las afueras de Paris y sus protestas a las reformas de Sarkozy.

Decía que el problema de las ciencias sociales del momento radicaba en la imposibilidad de hacer interpretaciones de largo plazo. Al sociólogo, según Maffesoli, le correspondía, por un tiempo, describir, analizar digamos a ras de tierra. Y lo que hemos vivido desde ese ya lejano 2007 corrobora esa idea. Más aún, corrobora la tesis central de su metodología: vivimos el tiempo de las tribus. Cada grupo siente que su identidad es la única, la válida, y se separa y polariza (lo mismo en política, que en religión o incluso en gustos futbolísticos o gastronómicos). No hay posibilidad de diálogo

Pienso muchísimo en él ahora que veo este presente que aún no podemos interpretar, pero cuya descripción también se nos escapa de las manos. ¿Cómo pensar el viraje brutal en Chile después de la marea de Boric? ¿Cómo interpretar o siquiera describir la reelección de Erdogan, la pérdida del PSOE en todas las autonomías y municipalidades importantes? ¿Cómo entender la derechización casi fascistoide de Italia o el apoyo a un cruzado como Bukele en El Salvador? Es el tiempo de las tribus, definitivamente.

Maffesoli también decía que en este tiempo otra vez tribal nuestros comportamientos en redes sociales definirían nuestro futuro. Hace poco en Madrid, Juan Villoro decía también que nos estamos arrojando al Apocalipsis escuchando reggaetón y viviendo en TikTok. Creo que los dos dan en el clavo. Valery lo intuía en una imagen luminosa: no hay, decía, nada más profundo que la piel. Elogio de lo epidérmico, lo superficial por vez primera sin adjetivos.

Superficial que no significa banal. Las redes sociales son campos electromagnéticos en los que por fuerzas centrípetas y centrífugas el usuario llena su contenido, lo inventa y reinventa, incluso con sus poderosos motores de búsquedas o sus programas ad hoc que con absoluta amabilidad vuelven a un aparentemente simple portal de relaciones sociales en un parámetro de nuestro nuevo cibergregarismo: el de una verdadera interfase.

Creemos saber, conocernos, relacionarnos. Nos sumergimos horas en TikTok o Instagram mientras la vida pasa afuera sin darnos cuenta. Leo ahora de nuevo a Maffesoli, y su libro, La fuerza de lo imaginario, contra los bien pensantes. Eso es lo que hay que hacer hoy, en 2023. Atrevernos a pensar contra los bien pensantes, contra lo políticamente correcto y la autocensura, que nos está asfixiando. Nos vamos al Apocalipsis, le digo a Villoro, amordazados por nosotros mismos. Pensemos en México hoy, de cara a las elecciones.

Repetimos todo lo que el líder máximo afirma: los precandidatos de Morena son ya “corcholatas”, y él sabe quién es la suya, aunque creamos que habrá elección democrática interna. El presidente sigue teniendo una enorme popularidad, pero no le importa que el enemigo en turno quede defenestrado después de sus diatribas mañaneras. Hoy la ministra Piña y la Suprema Corte, ayer el INE. Es lo de menos, él ha contribuido como nadie a este México tribal en el que no podemos saber que mínimos comunes múltiplos nos unen, o si acaso hay algo que nos hermane.

Si el mundo es una mera apariencia organizada a la que es preciso atravesar con una lanza, hay que atreverse. Vivimos en el tiempo que Kafka anunció; el momento de mayor riesgo, el momento donde se pasa de la muerte a la vida: esa es, curiosamente la experiencia misma de lo literario.

Acabar con lo real banal que no es ya otra cosa que lo real mediatizado en esta sociedad que se ha instalado en su proceso de exaltación espectacular, el que anunció Guy Debord. Necesitamos debatir, cuestionar, aceptar que al intervenir podemos quedar fuera, ser cancelados o incluso vivir estigmatizados en las redes por un tiempo, hasta que haya un nuevo enemigo de una de las facciones o de las tribus. No importa, porque al menos habremos dicho lo que pensamos. No podemos vivir el presente desde el silencio y el ostracismo. Hay que hablar.

PEDRO ÁNGEL PALOU

COLABORADOR

@PEDROPALOU

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