COLUMNA INVITADA

Guadalupe Amor

“Nací en el siglo, en todo y por todo; claro que, siendo mujer, no voy a precisar en qué año

OPINIÓN

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Rubén Martínez Cisneros / Colaborador / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“Nací en el siglo, en todo y por todo; claro que, siendo mujer, no voy a precisar en qué año. En la Ciudad de México, en el seno de una de esas familias profundamente católicas, de vieja tradición y que llaman entre nosotros familias aristocráticas”, escribió Guadalupe Amor, “Confidencias de la autora” en su libro Poesías Completas editado por Aguilar en 1951.

Conocida como Pita Amor, habría cumplido este 30 de mayo 105 años de vida, nació en 1918, “Soy de raza criolla; con ascendencia española, alemana y francesa, la menor de siete hermanas. De las mujeres, la más vanidosa y la más bonita” y agrega “El recuerdo más lejano que creo tener de mi ser, quedó plasmada en una fotografía”.

Continúa la autora Yo soy mi casa, “A la edad de tres años me retrataron completamente desnuda, recostada en una jardinera de violetas. Tal vez fue eso lo que ahora llaman traumatismo, y, seguramente, de ese hecho nació mi afición a los espejos, a mis retratos, en una palabra:  a mi narcisismo, raíz de vanidad”.

“Me bautizaron con los nombres de Guadalupe Teresa…como ninguno de los nombres me sentaban, siempre me llamaban Pita. Voz que coincide a la perfección con mi cuidada superficie…Casi había olvidado mi verdadero nombre, hasta que descubrí mi verdadera vocación. Mi poesía”, escribió, “Si el amor no lo he cantado, ¿será porque lo he vivido? Si el dolor lo he pregonado, ¿será porque va conmigo?

Estudió en el colegio Libélula de la Ciudad de México, recuerda, “Gabriela era la directora, y siempre comenzaba con la lección de catecismo. Ahí aprendí desde el Padre Nuestro hasta el Yo Pecador”, también en el de las Damas del Sagrado Corazón de Jesús”, del que decía “ese lugar era para mí una verdadera cárcel”.

Elena Poniatowska, sobrina de la autora de Puerta Obstinada, escribió el 22 de marzo de 2018 en La Jornada: “Desde muy pequeña, Pita fue la consentida, la muñeca, la de los pataleos y rabietas, la de los terrores nocturnos. Era una criatura tan linda que Carmen Amor la fotografió desnuda. A Pita le fascino contemplarse a sí misma y posiblemente ahí se encuentre el origen de su narcisismo”.

Agrega la autora de La noche de Tlatelolco, “Tan llamaba la atención que la pintaron Rivera, Montenegro, Soriano, Raúl Anguiano, a quienes desconcertaban sus desplantes…Diego Rivera habría de retratarla desnuda, para horror de la familia y el beneplácito de los morbosos”.

Michael K. Schuessler, en un ensayo publicado en el suplemento cultural “Laberinto”, del diario Milenio, se pregunta: ¿Quién no la vio, ya vieja, pero con gran escote, un moño (pescaguapos) y una flor adherida a la frente, asaltar con un bastón a los transeúntes de la zona rosa”?

En el poema VII de su libro Yo soy mi casa, escribe: Todos hablan de mi vida…algunos de mis amores, nadie de mis sinsabores ni de mi pena escondida. Si yo a nadie recrimino y todo en todo tolero, ¿por qué el mundo, en mi destino, pretende ser justiciero? 

POR RUBÉN MARTÍNEZ CISNEROS

COLABORADOR

MAAZ