COLUMNA INVITADA

La Inteligencia Artificial (IA) en la fábrica de falsedades

El entretenimiento de masas se ha convertido en un páramo de “contenidos” creados algorítmicamente

OPINIÓN

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Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La introducción de la IA acabará por tener profundas implicaciones sociales y materiales. En el ámbito cultural, los resultados serán terribles: pinturas falsas creadas en una laptop, comercializadas en-línea, pagadas en criptomonedas u otros activos virtuales; música de rockstars que no existen realmente; guiones sustituidos por algoritmos en el que participan pocos o ningún guionista real.

Estos avances son una amenaza para los artistas y los trabajadores culturales. Las aplicaciones existentes, como Stable Diffusion y Midjourney, ya generan imágenes con altísimo detalle basándose en indicaciones de texto, sin embargo, estas fabricaciones no son nada que pueda llamarse arte.

Los defensores de la cultura de la IA están confundiendo la reproducción con la creación y consideran, equivocadamente, que el realismo y la expresión son sinónimos. En esta concepción, la creatividad es, en última instancia, un esfuerzo meramente mecánico, y el arte de todo tipo (pintura, película, música, poesía) no es más que la agregación de puntos de datos granulares; literalmente, la suma de las partes que lo componen.

En su entusiasmo, también eluden hasta qué punto el mundo feliz que la IA pretende crear ya está aquí. Acelerado por el sistema de consumo exacerbado y el monopolio empresarial, el entretenimiento de masas se ha convertido cada vez más en un páramo de “contenidos” derivados y generados algorítmicamente, muy pocos significativamente nuevos.

Con la ayuda de la tecnología, ya se han perfeccionado modelos que producen zombis consumidores de contenidos “culturales”, en donde la propiedad intelectual existente se recicla sin cesar y se produce en forma de secuelas, precuelas, reinicios y pastiches; por lo tanto, en la medida en que la IA represente una revolución, será principalmente una revolución que perfeccione aún más este proceso, lo que en realidad no es una revolución en absoluto.

Es complicado emitir juicios sobre lo que constituye un arte bueno o malo. Pero se puede afirmar que hacer que un proceso creativo sea más “eficiente” no es lo mismo que hacerlo mejor. El arte, la música y prácticamente la totalidad de la vida y el pensamiento, más allá de la actividad básica de dormir y comer, emanan una esencia que no se reduce a un proceso mecánico. Llámase como se llame: inteligencia, creatividad, energía motora y musas, en realidad, por definición, en el proceso creativo se produce algo que no puede cuantificarse ni partirse. Una vez creada una obra, puede descomponerse en sus elementos, que a su vez pueden reorganizarse o reconfigurarse para producir otra cosa; y a menos que se introduzca algún elemento creativo nuevo, el resultado será una reproducción falsa. 

En un mundo en el que se permita a las máquinas sustituir a los artistas, toda la cultura será una versión cada vez más reducida y derivada de lo que ya existe.

POR DIEGO LATORRE LÓPEZ

SOCIO DIRECTOR DE LA TORRE & ROJO S.C.

@DIEGOLGPN

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