MALOS MODOS

Suelten la garnacha, corcholatas

Revisen por favor el aspecto de los frijolitos que se embaularon hace unos días monsieur Ebrard y el hermano de nuestro presidente. El aspecto era escalofriante

OPINIÓN

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Julio Patán / Malos Modos / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Justo cuando nuestro presidente lleva un buen rato moderando –¿lo han notado?– el consumo de garnachas en redes sociales y cuando el Joserra, mi Bodocón, apareció en CostCo con un carrito no lleno de chicken wings, o de hamburguesas congeladas, o de tanques de helado napolitano, sino, modélicamente, de verduras, a las corcholatas les ha dado por empuñar que el tamal, que la torta, que la queca, y mostrárnoslo a todos.

Querida y queridos corchos, el doctor Patán se los dice como va: no lo hagan. En serio. ¿Han visto, compañera y compañeros, lo que pasa el  99% de las veces que alguien sube una foto de comida a las redes? Sí: el espectáculo es nauseabundo. Puede que el chicharroncito en salsa roja y el tamalito con pollo estén delis. Se los creo. No hay duda que doña Guadalupe, o su señora madre, o ustedes mismos, cocinan espléndidamente.

Sin embargo, el efecto que provoca la foto o el video es el de un animalito atropellado por un tráiler. Bueno: imagínense lo que pasa cuando se graban o fotografían en el acto de pegarle a las joyas de la gastronomía popular con esa espontaneidad del teléfono bailón que se queda con el momento. Le quitaría el hambre al mismísimo Bod... Ok, mal ejemplo. Le quitaría el hambre a cualquiera. No me crean. Revisen por favor el aspecto de los frijolitos que se embaularon hace unos días monsieur Ebrard y el hermano de nuestro presidente. El aspecto era escalofriante. Para no hablar de nuestro doctor Monreal el día que se abandonó a una masticación a cuadro demasiado enfática.

El compañero Noroña, hasta donde puede saber aquí su doctor de cabecera, se ha limitado a platicar de su garnacheo, sin imágenes que acompañen la narración, pero cualquiera que lo haya visto sorber el café en Face puede darse una idea de lo que pasaría con, digamos, una ración de de moronga. Claudiquen, les ruego.

¿No he logrado convencerlos con lo dicho? Hay una segunda razón para evitar el fritangueo propagandístico: nadie se lo cree. Sé que está ahí la influencia poderosa de nuestro presidente, ex rey de la deglución pública. Puedo entender la seducción de su ejemplo. Nadie diría que es exactamente un deleite verlo en aquel permanente taquear por el suelo patrio, pero también es imposible negar que el licenciado tiene el don de la autenticidad. Bien: el licenciado es el único que lo tiene, mis corcholatas. Les recomiendo que se vean en el espejo de Ricardo Anaya, que la vez que apareció con un taco en la mano se vio tan natural como

Donald Trump volando un papalote. Para ilustrar lo que digo, tengo que volver, me temo, con el marqués de Casaubón. ¿Vieron el otro día el huauzontle deconstruido que comió en Teotihuacán, “tierra de nuestros ancestros”?

En resumen, querida, queridos corchos: por el bien de ustedes y de la comunidad, eviten, desde ya, el efecto tlayuda.

POR JULIO PATÁN 

COLABORADOR

@JULIOPATAN09

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