LA ENCERRONA

Medir con la misma vara

Lo que en estos días le ocurrió a la nueva secretaria de Gobernación me ha pasado a mí y le ha pasado a otras mujeres que decidimos luchar fuerte

OPINIÓN

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Adriana Sarur / La Encerrona / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

“La estructura de las creencias es tan fuerte que permite que algunos tipos de violencia se justifiquen o ni siquiera sean considerados como violencia”. 

En nuestro país se encuentran muy arraigadas las frases como “calladita te ves más bonita”, “juegas como niña”, “la que no enseña no vende”, “eso es de hombres” y un largo etcétera. Estos dichos populares lo que en realidad encierran son una serie de micromachismos que normalizan el trato desigual hacia nosotras las mujeres. Lo más grave es que esto llega a suceder a lo largo de toda la vida, dentro del seno familiar, en la escuela, en la calle, en el ámbito laboral y en cualquier actividad, además pareciera que debemos de tener cuidado con destacar en nuestro desempeño, pues la sociedad patriarcal se puede llegar a ofender.

Esto se amplifica cuando sucede en el terreno de la política. Desde la antigua Grecia (donde las mujeres no eran consideradas ciudadanas ni participantes de la polis) hasta nuestros días. Hoy contamos con leyes electorales de paridad, una legislatura nombrada “de la paridad, la inclusión y la diversidad”, bancadas de mujeres, alcaldesas en todo el país y diez gobernadoras electas mediante el voto popular. Aunque claro que se ha avanzado, aún persisten los resabios de una clase política, comentocracia y sociedad machista. Basta ver los muchos ejemplos, comenzando por las llamadas “juanitas” para eludir la ley y, de paso, socavar las conquistas de las mujeres.

Aunque esto no es privativo de nuestro país, pues hemos visto los incesantes insultos a grandes mujeres que han alcanzado los cargos más altos como Michelle Bachelet, Dilma Rousseff o el retrato de la política danesa en la serie Borgen, donde la protagonista recibía el vilipendio constante de sus colegas, no por ocupar los cargos públicos más importantes, sino solo por el hecho de ser mujer. Además esto se acentúa cuando eres joven, este es un binomio que la política no perdona. Vemos a la congresista estadounidense Alexandria Ocasio-Cortez, a la diputada Mafe Carrascal en Colombia, a Sanna Marin en Finlandia, entre otras.

La cantaleta siempre es la misma: “seguro es hija, novia, esposa, amante, ahijada -de alguien importante-”; “solo porque es bonita la ascendieron”; no tiene experiencia esta “niña”... Siempre está presente la infantilización, la sexualización, el desdén. En nuestro país, estas malas prácticas se azuzan en nuestros días, los análisis periodísticos no tratan igual a Claudia Sheinbaum que a Adán Augusto López; a Lía Limón que a Mauricio Tabe; a Sandra Cuevas que a Francisco Chiguil; mucho menos a Luisa Alcalde que a Marath Bolaños. Mismos cargos, mismas responsabilidades, quizá mismas falencias, sin embargo el trato, los señalamientos y las críticas se distorsionan en la lente machista.

No es un tema de partidos, tampoco de nacionalidades, es una cuestión de toda la sociedad, de la falta de normalización de que nosotras, las mujeres, accedamos a los cargos por capacidades y méritos propios -esforzándonos el doble o triple-, y sin necesidad de ayuda de algún hombre. Debemos de romper el -techo de cristal-, es decir todas esas normas no escritas que limitan nuestro desarrollo, tenemos que cambiar la mirada hacia una más humana y meritocrática sin importar el género, medir con la misma vara. Lo que en estos días le ocurrió a la nueva secretaria de gobernación me ha pasado a mí y le ha pasado a otras mujeres que decidimos luchar fuerte, -no como niña-, sino como mujeres capaces y competentes.

POR ADRIANA SARUR

COLABORADORA

ADRIANASARUR@HOTMAIL.COM

MAAZ