LA NUEVA ANORMALIDAD

Temor y Temblor

Aleteo, dirigida por Isabel Toledo, nos enfrenta a lo largo de hora y media a una pregunta cataclísmica: ¿irá a temblar o no?, pero también a un dilema moral

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Aquí volverá a temblar es un libro escrito por Ricardo Becerra a partir de su experiencia como comisionado para la reconstrucción de la CDMX tras el sismo de 2017. Su misión –fomentar no sólo la cultura de la prevención sino las políticas públicas que la hagan eficaz– se antoja particularmente relevante de cara a la asfixia presupuestal a la que el actual gobierno ha sometido el FONDEN, o Fondo de Desastres Naturales. Cuando vivimos en zona sísmica no es optativo que el gobierno tenga una política de prevención de sismos –cómo evacuar, cómo rescatar, cómo comunicar, cómo abastecer, cómo alojar, cómo reconstruir– ni que contemple un presupuesto suficiente para instrumentarla.

Prevenir, sin embargo, no equivale a predecir: aquí volverá a temblar, sí, pero salvo por el minuto de ventaja que nos ofrece la alerta sísmica (y eso cuando funciona a cabalidad) no hay manera de saber cuándo, por mucho que a los ciudadanos nos gustaría (para salvar el pellejo) y a los políticos les gustaría aún más (para salvar el pellejo político).

Tal es la idea de que parte David Gaitán para escribir su obra Aleteo –ahora en temporada en el Julio Castillo de la Ciudad de México, en montaje de la Compañía Nacional de Teatro dirigido por Isabel Toledo–, lo que la dota de una premisa no demasiado lejana de la de la película Don’t Look Up (Adam McKay, 2021): una científica predice la fecha y hora de un terremoto merced a una tecnología de su propio desarrollo, una presidenta de la República frívola y logrera se resiste a creerle (y a prevenir), mientras los medios lucran con las emociones desbordadas por lo que primero es rumor y luego noticia.

La situación da para una comedia política enloquecida y Gaitán la suministra con donaire. Cabe recordar, sin embargo, su interés por el destino, el azar y el libre albedrío para anticipar que el desenlace que ya a los 15 minutos de iniciada la obra hemos predicho no será tal. Gaitán construye un dispositivo escénico aleatorio que pone decisiones en manos del público (o al menos nos lo hace creer) para mostrar que ni la buena ciencia ni el buen arte juegan a las adivinanzas.

Aleteo nos enfrenta a lo largo de hora y media a una pregunta cataclísmica –¿irá a temblar o no?– y a un dilema moral trepidante –¿es la científica una heroína o una charlatana?– para terminar por revelarnos baladís: aquí no hay más farsantes que nosotros mismos y más mala ciencia y mala política que el hubris de todos quienes aspiramos a controlar nuestro destino.

Actuada con encanto socarrón, dirigida con ritmo y lucidez y escrita con ideas brillantes y mala leche, Aleteo es un espejo de feria puesto de frente al México contemporáneo. La fractura más profunda no es la de San Andrés; es la que acusamos seguro como ciudadanía, acaso como especie.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG: @nicolasalvaradolector

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