TODOS SOMOS MÉXICO

No al discurso de odio

Aderezados por una vasta desinformación y nutridos con descalificaciones, insultos y amenazas, circulan por internet y crean un ambiente de crispación, enojo, tensión y miedo.

OPINIÓN

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Mauricio Farah / Todos Somos México / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los discursos de odio, aderezados por una vasta desinformación y nutridos con descalificaciones, insultos y amenazas, circulan por internet y crean un ambiente de crispación, enojo, tensión y miedo.

Premiados por los algoritmos de las redes en función de su alta interacción, los mensajes que llevan consigo odios, intolerancia y prejuicios suelen hacerse virales.

El éxito en redes sociales a veces reclama o depende de una buena dosis de odio o de resentimiento o de la intención de partir en dos a una población o un país.

Sujetos a la velocidad y eficacia con que las redes sociales llevan y traen millones y millones de mensajes de toda índole, presenciamos todos los días cómo el odio puede convertirse en contenido digital y, peor aún, en actitudes destructivas y violencia.

Abunda el discurso de odio en línea, donde, para dirimir una discusión o simplemente para o inhibir o amedrentar a otra persona, se multiplican los mensajes insultantes, denigrantes, descalificadores, y lo hacen fácilmente, a muy bajo costo y con mucha eficacia.  

Existe, adicionalmente, todo un torrente de discursos de odio que en reuniones presenciales o por los medios de comunicación convencionales contribuye a repartir también odio y división, bajo el imperativo de que es necesario definirse si se está en favor o en contra de alguna causa, un gobierno o un grupo étnico.

Puesto el mundo en disyuntiva, no nos queda más que elegir una de dos opciones, lo que implica, desde ya, estar en contra de la otra mitad.

Devastador por sí mismo, portador de discriminación, hostilidad y violencia, el discurso de odio puede llevar a la comisión de crímenes por parte de quienes dicen sentirse agraviados, sin razón, por las características inherentes de otras personas, por ejemplo, religión, género, preferencia sexual, color de piel o adhesión política o partidaria.

El discurso que empuja a unos contra otros se justifica habitualmente con generalidades: ellos son así, se acusa, no van a cambiar, en el fondo lo que pretenden es destruirnos, si se los permitimos nos invadirán o nos obligarán a ser como ellos o nos pervertirán o acabarán con nuestra cultura.

Con trasfondo discriminatorio, los discursos de odio, orales, escritos o conductuales, suelen cimentarse en fanatismo e intolerancia, justificarse con prejuicios y expresarse de manera despectiva y humillante.

Hoy proliferan en el mundo los discursos de odio en contra de los grupos más diversos: en algunos países contra las mujeres, en otros contra personas migrantes, minorías raciales, miembros de la comunidad LGBTIQ+, adversarios políticos e incluso, personas con alguna discapacidad o contra quienes desempeñan ciertas actividades, como periodistas, ambientalistas y defensores de derechos humanos.

Hay que detectar el discurso de odio, frenarlo, desactivarlo, señalarlo, condenarlo, impedir que nos lleve a su terreno, donde todo queda dividido, sin matices ni argumentos, y donde solo cabe una visión y la palabra que acusa, calumnia y condena.

No al discurso de odio.

 

POR MAURICIO FARAH

ESPECIALISTA EN DERECHOS HUMANOS

@MFARAHG

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