PORTAZO

Ser jefe para no ser jefe

Formado en el ala dura e intransigente de una izquierda fanatizada, Martí Batres ha ocupado muchos cargos importantes en esa corriente

OPINIÓN

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Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Tal y como en estos días le ocurre a Martí Batres Guadarrama, Alejandro Encinas tuvo algunos meses de esplendor cuando fue —por gracia divina o dádiva humana—, jefe de gobierno de la Ciudad de México. Menos de un año y medio calentó el sillón, nada más para volcar los recursos del gobierno en favor del sabotaje a la ciudad.

Ese sabotaje, obviamente, fue el plantón (Zócalo-Reforma) de Andrés Manuel López Obrador en protesta por el imaginario fraude cometido por Felipe Calderón en 2006. La ocupación urbana fue favorecida por Alejandro Encinas, quien dispuso todos los medios para hacer posible la protesta. No gobernó para los capitalinos, lo hizo en su contra.

Pero esa docilidad de morrongo tuvo sus recompensas. Hoy se le encarga la Secretaría de Gobernación, dependencia del Ejecutivo maltratada desde el principio de la Cuarta Transformación, hasta convertirla en una oficina de cuarta, al frente de la cual lo mismo da una dama florero, o un corcholato de lenta maduración. Ahora, un subsecretario de Derechos Humanos, impulsor —sin pruebas— del encarcelamiento del exprocurador Jesús Murillo Karam, el más notable de los presos políticos contemporáneos.

Por cierto, y al margen, a la mitad de una indagatoria con jornadas de investigación de 20 o más horas, durante semanas, cuando el múltiple crimen de Iguala, Guerrero, ocurrido en 2014, Murillo Karam dijo, ya me cansé. Le cayeron a palos.

Hoy ese mismo cansancio se lo restriega Claudia (“dedito” amenazante) Sheinbaum a Alfonso Durazo porque dizque la irrespetan con el piso parejo, y nadie se da cuenta.

Pero el caso de Alejandro Encinas, hoy encargado de despacho de la Secretaría de Gobernación es notable. Su carrera política es la de un corcho. Solamente flota, lo cual resulta conveniente para una secretaría cuya importancia de antaño es exactamente eso, cosa del pasado. 

El caso de Batres también merece observación.

Formado en el ala dura e intransigente de una izquierda fanatizada, Batres ha ocupado muchos cargos importantes en esa corriente. Y lo de corriente no es adjetivo.

Coordinó la Asamblea de Legislativa del Distrito Federal; fue dirigente del PRD en la Ciudad de México, y Marcelo Ebrard, cuando era jefe de Gobierno, lo echó de la Secretaría de Desarrollo Social por el desbordado e ilegal activismo para Morena desde el gobierno.

Luego se incrustó en el Senado, donde mantuvo una ríspida relación con Ricardo Monreal, y después llegó a la Secretaría de Gobierno de la Ciudad de México, donde hizo sentir la mano dura hasta con los alcaldes de oposición.  

Hoy comparte el cargo con Omar García Harfuch (titular de la Secretaría de Seguridad Ciudadana), quien lo cercará, y la secretaria de Finanzas, Luz Elena González, quien no le dejará ver un peso partido por la mitad.

Pero llegó a la Jefatura… para nunca llegar a la Jefatura.

POR RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

MAAZ