COLUMNA INVITADA

Maloliente…

Que una twittera usara este epíteto desafortunado, desnuda y deja ver las entrañas reales de la autora

OPINIÓN

·
Diego Latorre / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

El lenguaje es una herramienta poderosa. Las palabras que elegimos impactan significativamente en la forma en que percibimos la realidad y la comunicamos para describir lo que nos rodea.

René Descartes creía que los monos podían hablar, pero preferían guardar silencio para que no los pusieran a trabajar; esto, desde luego, es anecdotario, pues en la actualidad muchos ya trabajan espetando toda clase de epítetos de corte fascista.

El epíteto es una figura retórica que consiste en utilizar un adjetivo o una frase adjetiva para describir o calificar a una persona, objeto o lugar de manera característica y distintiva. Se utiliza para resaltar una cualidad o característica específica de lo que se está describiendo, con el fin de crear una imagen vívida o enfatizar un rasgo relevante, en consecuencia, se utiliza para realzar la belleza, la fealdad, la fuerza, la debilidad, la valentía, la maldad, entre otras, dependiendo del contexto y la intención del escritor o hablante.

Según la Real Academia Española, la palabra “maloliente” significa: “Que despide mal olor”; y agrega, “es un adjetivo que se utiliza para describir algo que tiene un olor desagradable o fétido. El término "maloliente" se forma mediante la combinación del prefijo “mal” (que indica negación o calidad deficiente) y el participio presente del verbo “oler” (oliente), lo cual indica su cualidad de generar un olor desfavorable”.

Cuando cierta académica reconocida cita en su cuenta social: “La narrativa identitaria/polarizadora del presidente se impone en Edomex, donde gana su candidata a pesar de ser maloliente.”, con rotundidad califica a la candidata ganadora, imponiéndole un epíteto desafortunado, que desnuda y nos deja ver las entrañas verdaderas de la propia escritora. Decía don León Tolstoi, “no hay grandeza donde faltan la sencillez, la bondad y la verdad”.

En realidad, dicho calificativo es tan malolórico que, en su empleo, es la propia Doctora la que expide un tufo racista, clasista e intolerante, pero, sobre todo, contrario a los principios que ella misma defiende.

Justifica la académica el uso de este apelativo, señalando a Delfina Gómez, a pesar de existir sentencia firme que la exoneró de haber “diezmado ilícitamente a los trabajadores del Municipio de Texcoco”, sin siquiera comentar sobre la “nueva estafa de los $5,000 millones que se destapó dos días antes de la elección y que involucró a la candidata contrincante.

Y ya que esta politóloga, como dice una cosa, dice otra, parece que ha asumido, corregida y aumentada, el papel de la nueva “Chimoltresser”. En fin, que el movimiento feminista no olvide la canción: “Un traidor entre nosotrxs” y mirando a esta twittera evoque a Simone de Beauvoir: “El opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”.

POR  DIEGO LATORRE LÓPEZ
SOCIO DIRECTOR DE LATORRE & ROJO, S.C.
@DIEGOLGPN

PAL