POLÍTICA Y DIPLOMACIA SOSTENIBLE

Los Garibaldi

Garibaldi pasó toda su vida luchando por causas libertarias. En 1834 participó en un complot republicano en el Piemonte que fracasó

OPINIÓN

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Miguel Ruiz Cabañas / Política y Diplomacia Sostenible / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Giuseppe Garibaldi nació en Niza, Francia, en 1807. Más que un intelectual o un ideólogo político, fue un hombre de acción directa con vocación libertaria. Fue el patriota italiano del Resurgimiento que más contribuyó a lograr la unificación de su país. Al frente de sus “Camisas Rojas”, una fuerza armada de voluntarios, conquistó el Reino de Nápoles y el Reino de las Dos Sicilias en 1861, haciendo por fin realidad el sueño de Maquiavelo de la unificación italiana, proclamado tres siglos antes. 

Garibaldi pasó toda su vida luchando por causas libertarias. En 1834 participó en un complot republicano en el Piemonte que fracasó. Huyó a Francia y después a América del Sur, donde participó en varios movimientos revolucionarios a favor de la independencia de Uruguay y de un intento de secesión de la región de Rio Grande du Sul de Brasil, también fallido. Volvió a Italia en 1848, cuando el espíritu del Resurgimiento tomó fuerza, participando en diversas acciones y alianzas en contra de austríacos y franceses, lo que lo llevó a exiliarse, durante más de un año, en la República de San Marino, y posteriormente en Perú.

Retornó a su país en 1854, en donde continuó sus acciones a favor de la unificación de la península, ahora colaborando con el Rey Victor Manuel y su Primer Ministro Cavour, hasta que logró la conquista de Nápoles, entonces la ciudad más poblada de Italia. Espíritu libre, a veces estaba de acuerdo con el primer rey italiano, y otras en contra de sus decisiones, lo que no impidió que se alistara en nuevas campañas militares contra los austríacos.

Garibaldi nunca visitó nuestro país, pero su compañero de armas, Luigi Ghilardi, nacido en Lucca, en la Toscana, llegó a México en 1853, y el año siguiente se unió al Plan de Ayutla contra Santa Ana, encabezado por Juan Álvarez, quien le otorgó el grado de General Brigadier. Herido en Puebla en 1856 en las guerras de reforma, retornó a Italia, y después pasó una temporada en Perú para apoyar a las fuerzas liberales en ese país. 

Ghilardi fue enviado por Garibaldi a Washington en 1862 para pedirle a Lincoln que se opusiera a la intervención francesa en nuestro país, quien en ese momento no pudo hacer nada por la guerra civil en Estados Unidos. Posteriormente, viajó a México donde se entrevistó con Benito Juárez, y se alistó en las fuerzas republicanas. Tristemente, en 1864 fue detenido por las tropas invasoras, y ejecutado en Aguascalientes, ciudad que reconoce su heroicidad y aún se puede visitar su tumba. También es recordado como héroe en Lucca, su ciudad natal.

A la mayoría de los mexicanos que habitamos en la ciudad de México la mención del nombre “Garibaldi” nos hace sonreír, porque nos transporta al corazón de nuestra cultura popular: a la plaza que se encuentra en el centro de nuestra ciudad. En ese rincón mexicano la música casi nunca se detiene. Todos los días del año se reúnen una gran cantidad de grupos musicales, especialmente mariachis y tríos, que tocan sin cesar las más variadas tonadas. La inmensa mayoría de los capitalinos hemos visitado, al menos una vez, la Plaza Garibaldi. 

Se podría pensar que a la “Plaza Del Baratillo”, como se le conocía en el siglo XIX, porque en ella se instalaba un mercado de objetos usados, se le habría impuesto en 1921 su nombre actual en honor del héroe de la unificación italiana. Pero no es así. La plaza se llama Garibaldi en honor de Peppino Garibaldi, nieto de Giuseppe, quien tuvo los mismos genes libertarios, como me hizo ver Anita Garibaldi, bisnieta de Giuseppe, cuando la invité a dar una conferencia que tuvo lugar en la embajada de México en Italia en 2012. Quizá fue una forma en que el gobierno de Álvaro Obregón, en ese momento asilado internacionalmente, agradeció el apoyo de voluntarios extranjeros a la revolución mexicana. 

Peppino nació en Australia en 1879. Se involucró como voluntario en guerras en varios continentes, incluyendo la guerra de los Balcanes, la guerra de los Bóer en Sudáfrica, el levantamiento contra Cipriano Castro en Venezuela, y la primera guerra mundial. Llegó a México en abril de 2011. Madero lo nombró jefe de la “Legión extranjera”, conformada por alrededor de 50 voluntarios. Incluso acompañó a Don Francisco en el vehículo en el que hizo su entrada triunfal a la ciudad de México el 7 de junio de 1911, y aparece junto a él en muchas fotografías. Pero esa cercanía con el jefe de la revolución despertó el rechazo de otros jefes revolucionarios. Después del triunfo del movimiento maderista, en 1912 Peppino salió de México a Grecia para luchar contra las fuerzas turcas en la guerra de los Balcanes.

Años después, se trasladó a Estados Unidos. En 1935 publicó sus memorias, hoy consideradas un libro culturalmente importante: “Un brindis por la Rebelión” (A toast to rebellion). Murió en Roma en 1950. Salud, estimado Peppino.

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POR MIGUEL RUIZ CABAÑAS

PROFESOR EN EL TEC DE MONTERREY
@MIGUELRCABANAS
MIGUEL.RUIZCABANAS@TEC.MX

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