PORTAZO

Una exhibición de fuerza

El presidente López Obrador recobró fuerzas después del soponcio yucateco, y tras un breve y ausente descanso, con ímpetu infinito reunió a sus favoritos

OPINIÓN

·
Rafael Cardona / Portazo / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

Los quebrantos de salud del presidente Andrés Manuel López Obrador tuvieron en su desempeño y su dominio del poder, el efecto de la arena en la fuerza de Anteo, aquel fabuloso ser cuyo vigor se recobraba con cada caída, por lo cual sus adversarios no lograban vencerlo, porque si lo tiraban al piso, la fuerza del suelo lo revigorizaba.   

Decía el poeta Seamus Heaney (Nobel 95):

“Cuando yazgo en el suelo/encendido me yergo cual rosa en la mañana/. Siempre me tiro a tierra en las peleas/ para frotarme con la arena…”

Así el Presidente.

Recobró sus fuerzas después del soponcio yucateco, y tras un breve y ausente descanso, con ímpetu infinito reunió a sus favoritos, los sujetó en un puño; con la otra mano dominó a sus senadores,  los empujó a la aprobación de sus leyes y controló, de una vez por todas, los pequeños y simplistas brotes dizque de autonomía de alguno que otro aspirante a sucederlo.

Todo eso sin el menor esfuerzo.

A partir de entonces, la luz ilumina el prisma de la sucesión desde otro ángulo.

Si bien se sigue hablado de tres posibles sucesores (Ricardo Monreal no ha existido como tal), porque los retobos de Marcelo Ebrard supuestamente al dirigente del partido guinda, Mario Delgado, y los métodos de selección, son intentos por llamar la atención.

De nada le sirve hablarle a Morena, porque Morena es una voluntad superior al movimiento.

La realidad parece ser clarísima: nada más quedan Adán Augusto López Hernández, secretario de Gobernación (fugaz conferenciante mañanero) y Claudia Sheinbaum Pardo, jefa de Gobierno de la Ciudad de México y siempre disponible ayudante presidencial. Por orden alfabético.

—¿Cuál es la diferencia entre todos ellos, incluido el inexistente?

—Ninguna. Todos recorren el mismo camino. Todos quieren ser el más obsequioso, el mejor intérprete de la doctrina cuatroteísta (lo cual, es un cuento; la 4T es apenas un lema de propaganda); el más aguerrido defensor del señor Presidente, el elegido en sus miradas, sus invitaciones, sus recomendaciones, sus guiños y hasta sus órdenes.

Todos se disputan la primera voz en el coro: es un honor… etc.

Pero mientras ese honor se convierte en dedazo encuestador,  cuya metodología se ajuste a la decisión ya tomada, cada detalle es interpretado como signo inequívoco del futuro fiel
de la balanza.

—¿Viste cómo el señor invitó a Claudia a los festejos por la Batalla de Puebla?

—¿Te fijaste cómo en cuanto regresó el señor desapareció Adán Augusto, seguido por el eco de los silbidos beisboleros?

—¿Ya leíste el libro de Marcelo? No cayó nada bien en Palacio. Y menos llevarlo a Minería, cuya feria fue rechazada por la 4T.

Pero lo único obvio es lo oculto. El Presidente ya sabe. Nadie más.

RAFAEL CARDONA

COLABORADOR

MAAZ