COLUMNA INVITADA

Sucesión Presidencial: Fratricidio o Sororicidio vs. Fraternidad

Pasiones, intereses, codicia y la condición humana por disputarse la herencia empiezan a aflorar

OPINIÓN

·
Hugo Eric Flores / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

La sucesión presidencial, como en los viejos tiempos del PRI, transcurre entre los pasillos de Palacio Nacional. Sólo hay un elector aunque el método decidido sean “las encuestas”, antes estas se llamaban los “sectores del partido”. Al final será la voluntad de las mayorías, la voluntad del pueblo. El presidente López Obrador fiel a su estilo de “transformación” decretó el fin de los “tapados”. El juego sucesorio por la candidatura presidencial, en tiempos de la 4T, será el de los “destapados”, a quienes llamó “corcholatas”.

Claudia, la “hija política”, su creación, con quien gobierna la Ciudad de México y la más cercana a las bases del “Movimiento”; el “carnal Marcelo”, a quien regresó a la escena política después de seis años de deambular por el mundo “tejiendo” redes internacionales; el “hermano Adán,” un político profesional, pero de carácter local a quien le dio relevancia nacional, y una fuerza política innegable como su principal operador.

En sus escenarios: “la hija” por si todo sigue igual, si el “Movimiento” no tiene reveses, si no hay contratiempos y si la oposición sigue sumida entre la desconfianza, el temor y la división. Al “carnal” por si la clase media se organiza, los empresarios se vuelven factor y hay necesidad de alguien bien visto en el extranjero. Al “hermano” por si hay necesidad de alguien con el mismo estilo, origen y astucia, eso sí, con “mano dura” por si el país se descompone en una crisis de seguridad pública o en una crisis política interna. Y hay quien sigue minimizando el genio político de AMLO, no lo entienden, ni lo entenderán. Una “corcholata” para tres diferentes escenarios políticos.

Sin embargo, el “juego”, aunque no debería llamarse así por qué hay un país de por medio, amenaza con volverse peligroso. Las pasiones, los intereses, la codicia y la “condición humana” por disputarse la herencia empiezan a aflorar. ¿Quién se apropiará de la marca de AMLO? ¿Quién podrá convencer de que es el más cercano, quién le dará continuidad a la transformación, quién seguirá sus pasos o quién le permitirá seguir siendo el líder moral del movimiento? El juego amenaza con violar los límites de la civilidad porque empieza a ver rivalidad, porque hay comparación, porque a decir del “carnal” hay favoritismo, no hay “piso parejo”. Los celos, esa terrible enfermedad que no le suma nada al amor, diría Shakespeare, empiezan a asomarse.

El primer fratricida de la historia fue Caín. El fratricidio empieza en la mente, después viene la traición y por último la acción. La Biblia narra que Caín “tuvo celos de su hermano” Abel, al ver que su ofrenda había sido preferida porque su hermano había sido muy diligente en prepararla. Dice el mismo texto bíblico que en su cara se le veía el enojo y que “decayó su semblante”. La comparación, la rivalidad y los celos crecieron tanto que traicionó sus convicciones y terminó asesinando a su hermano. En contra de sus propios valores, Caín no respeto la vida de con quien había crecido y convivido, eran parte de la misma familia. La historia termina con frases escalofriantes: “¿Soy acaso guarda de mi hermano?; ¿qué has hecho?; desde la tierra la sangre de tu hermano clama venganza; desde ahora serás errante y extranjero”.

Pero también la historia nos ha dado ejemplos de sororicidio, el asesinato a las hermanas. Cleopatra, después del sitio de Alejandría y ante la muerte de su hermano Ptolomeo, su principal rival por el poder político de Egipto, mandó asesinar a su hermana Arsinoe, quien estaba asilada en Efeso. Su temor era que su hermana reagrupara a los ejércitos egipcios en contra del Imperio Romano, ante el cual Cleopatra ya había sucumbido. Una historia de amor, sexo, traición, poder, amargura, en la que Cleopatra comete sororicidio en contra de su hermana, pues representaba un obstáculo para sus intereses personales, pero también porque era una amenaza contra el Imperio Romano, que amagaba con aplastar a Egipto. Su crimen —para ella— tenía un noble objetivo, preservar la vida de su pueblo.

Si hay alguna actividad donde aflora la condición humana, esa es la política. En la sucesión presidencial, los recientes escarceos ya no son “patadas debajo de la mesa”; los rumores de renuncias y renuncias, las declaraciones y respuestas, los “periodicazos” y la contención, son ya “el pan de cada día”. La división y la posible traición empieza a concebirse, hace unos meses se antojaba imposible, la posibilidad de una fractura hoy está a la vista. Las consideraciones de soy mejor, tengo más méritos, soy quien garantiza la continuidad, tengo más experiencia y, desde luego, el sueño de alcanzar un cargo que da acceso directo a la historia nos llevan a pensar en un nuevo escenario: sucesión sin fraternidad.

La idea de acabar con la fraternidad del movimiento está en marcha. Como Cleopatra y Caín el sororicidio y el parricidio empieza en la mente, después viene la traición y por último la acción. Desde luego que me refiero a una traición política, a tratar de “dar jaque mate político” al adversario interno, es “fuego amigo”, no sugiero de ninguna manera el asesinato físico. Pero sí pienso que el fin de la fraternidad se está dando en dos etapas.

Primero, tratando de descarrilar a quien despunta. A sacar su historial o a inventarlo, hacer “guerra sucia” para influir en “las encuestas”. Sun Tzu, Maquiavelo, Fouche y Greene están siendo releídos por los estrategas. La segunda será saltar al otro bloque, al que no tiene candidato, pero sí tiene votos de castigo, metes a todos sus precandidatos en una licuadora y no sale uno competitivo. La sucesión se daba al interior de Morena, pero un posible rompimiento ¿podrá dar inicio a la tercera etapa del Cardenismo? El general rompió con Don Plutarco; el hijo del General con el PRI; y, ¿será el “carnal” y/o el nieto del General quien rompa con Morena? Ganas de cometer sororicidio o fratricidio político no faltan, es mucho lo que está en juego, empiezan a verse evidencias.

Mientras, el norte del país parece ser ajeno al juego sucesorio. Por eso, a la oposición no le caería mal un candidato del norte. La única posibilidad real es Luis Donaldo Colosio, quien no tengo duda podría dar la sorpresa y ganar los estados norteños, porque en el juego sucesorio no hay “corcholatas” norteñas. Del occidente podría salir Enrique Alfaro, con posibilidades también de tener éxito en el norte. Ambos van tarde. Sin embargo, hay otros en el movimiento que piensan qué hay “tapados”, que ante la posibilidad del rompimiento de la unidad del movimiento, un cuarto en discordia podría provocar la unidad, un cuarto en discordia que venga del norte. Lo que antes se antojaba prematuro, la descomposición interna empieza a “olerse”. La lucha ya no es fraternal, ¿podrá AMLO detenerla? Cuando fue el mismo quien al darles señales en su estilo a los tres, la terminó provocando.  

Cuando nuestras emociones estallan nos están haciendo un favor, nos están diciendo que algo anda mal. No podemos gobernar con emociones, sobre todo cuando estas nos gobiernan. Las emociones ya emergieron, y si siguen el mismo camino y nadie hace nada para pararlas no tendrán marcha atrás. Buen momento para releer “La Herencia, Arqueología de la Sucesión Presidencial en México”, de Jorge Castañeda. La herencia al final no se les deja a los hermanos, se les deja a los hijos. 

 

POR HUGO ERIC FLORES

@HUGOERICFLORES

LSN