LA NUEVA ANORMALIDAD

El mundo (o cuando menos dos países) al revés

El creciente descontento por la reforma de pensiones en Francia está en las calles. En México, ¿en dónde están las reacciones ante las polémicas leyes aprobadas?

OPINIÓN

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Nicolás Alvarado / La Nueva Anormalidad / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

1º de mayo. Tengo trabajo pero, como el día es de asueto oficial, puedo quedarme en cama una hora más, que dedico a la revista de prensa.

El buen humor se me quita rápido. La mayoría de los periódicos que reviso en línea –incluido éste– dedican espacio preponderante a lo que sucede en Francia: 2.3 millones de manifestantes han salido a las calles en un país cuyo territorio metropolitano cuenta 65 millones –es decir que protestó el 3.5 por ciento de la población de la Francia continental, lo que en México equivaldría a 4 millones y medio de personas–, 550 mil de ellos en París. De acuerdo al balance provisional del Ministerio del Interior, los disturbios han resultado en 291 arrestos y 108 policías heridos, uno de los cuales se encuentra en condición crítica, a resultas del impacto de una bomba molotov.

La razón de semejante descontento es la reforma al sistema de pensiones impulsada por el presidente Macron, que hace pasar la edad mínima para jubilarse de 62 a 64 años, cifra que sin embargo se sitúa por debajo de los requerimientos de ley en países como Australia, Austria, Dinamarca, los Emiratos Árabes Unidos, Islandia, Israel, Luxemburgo, los Países Bajos, el Reino Unido, Suiza, Taiwán... y México. Los franceses protestan contra un Estado de bienestar no sólo superior al nuestro sino al danés, ése que a últimas fechas tanto mentamos acá.

Horrorizado, recalo en El Informador de Jalisco, donde leo la lúcida y articulada columna de Diego Petersen. Titulada “Envilecimiento público” trata de dos episodios recientes –y bien conocidos– de la política de nuestro país. “El desfalco en Segalmex”, consigna, “es el más grande robo documentado a una entidad del Estado; desaparecieron quince mil millones de pesos, más que en la Estafa Maestra de Peña Nieto… que debieron estar destinados a asegurar el derecho a la alimentación de los más pobres…”. Ante esto, el presidente de la República “premió al director de la paraestatal y responsable del fraude, Ignacio Ovalle, con un puesto de ornato en la Secretaría de Gobernación… y mandó a una cárcel de alta seguridad, para asegurar su aislamiento, a la persona que desde dentro denunció el fraude, Óscar Navarro Gárate”.

Un párrafo más adelante se ocupa de “[l]a aprobación de las reformas legislativas al mayoreo en el Senado de la República” como “un acto del más vulgar autoritarismo. La única voz que escucharon los senadores fue la del Presidente… para pasar 18 leyes ya no digamos sin discutirlas, sin atender los reclamos de quienes tenían otros puntos de vista, sino sin haberlas siquiera leído previamente”.

Un par de horas más tarde, ya fuera de casa, pienso en dos cifras: el 27 por ciento de popularidad del presidente Macron y el 65 del presidente López Obrador.

La calle luce perturbadoramente apacible.

POR NICOLÁS ALVARADO

COLABORADOR

IG: @nicolasalvaradolector

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