COLUMNA INVITADA

Sin información, tampoco hay nación

A mis ex compañeros comisionados del INAI, Blanca Lilia, Josefina, Julieta y Adrian

OPINIÓN

·
Francisco Acuña Llamas / Columna invitada / Opinión El Heraldo de México Créditos: Especial

Olvidar que “sin maíz no hay país, es desconocer la fuente cultural que le dio fisonomía y base a la idiosincrasia popular mexicana. El título de mi colaboración responde a la frase: "sin maíz no hay país.

Negar la esencia democrática de la información pública, es despreciar el valor de la información como una cuestión superior para cualquier sociedad moderna por tanto civilizada. Ninguna República funciona a ciegas. La sabiduría popular asegura que, “En tierra de ciegos el tuerto es rey”, pero la democracia no requiere reyes, ni uno solo, requiere ciudadanos alertas y dispuestos a reclamar al gobierno que cumpla sus deberes y el primer deber del gobierno es informar con precisión como desarrolla y cumple sus deberes esenciales y los instrumentales.

Ningún líder o actor social o político puede sustituir con su discurso cotidiano la directa participación de cada ciudadano para conocer y cuestionar lo que ocurre y, en esa dirección, tomar decisiones propias en favor o en contra de la situación.

 En democracia es inadmisible apagar las luces colocadas para que la población siga -en tiempo real y aunque sea a posteriori-, la verificación de la función pública; así poder conocer y/o atestiguar sus aciertos y sus yerros. Sin información nada se puede hacer desde la trinchera ciudadana a menos que sea aplaudir los discursos de los gobernantes.

¿Se requiere información pública? Sí pero no cualquier de cualquier tipo, urge información suficiente y veraz (verdadera) para asumir los riesgos y los deberes democráticos; solo un gobierno autoritario cancela el acceso a los yacimientos de sus decisiones porque pudieran estar basadas en la discrecionalidad más errática o irresponsable.

Después de tantas batallas por causas democráticas que, desde 1977 se fueron acumulando, la sociedad ha ido aprendiendo como castigar los malos gobiernos y premiarlos con la oportunidad de hacer un segundo ciclo y dio alternativa al que faltaba de llegar a la presidencia y alcanzar una sobrerrepresentación de congresistas en ambas cámaras y también cosechar triunfos locales apabullantes, como los tuvo aquel partido viejo antes del inicio de las alternancias.

Cada vez que se repiten las demostraciones de poder que las mayorías parlamentarias imponen a las minorías para aprobar iniciativas o reformas a leyes (por más buenas que se diga que dichos proyectos legislativos sean o pudieran serlo), se vacía la quinta esencia de la virtud democrática que reside en los equilibrios para que ningún grupo o facción por numerosa que fuera imponga una sola verdad.

Aludir ahora a lo que se hacía durante el régimen autoritario de 1920 a 1999, es venir a justificar lo injustificable.

El preludio democratizador del régimen mexicano arrancó con los sucesos de Tlatelolco de aquel octubre de 1968. El mundo civilizado se horrorizó por el aplastamiento militar que arrancó la vida de miles. ¿Cuántos exactamente? ¿Cuántos compatriotas inmiscuidos en las valientes protestas estudiantiles?, ¿cuántos de aquellos fueron sepultados simbólicamente porque nunca aparecieron sus cuerpos?; ¿cuántos de aquellos héroes cívicos fueron confundidos con milicianos que supuestamente querían introducir el comunismo?; ¿cuántos fueron masacrados?

 Nadie pudo saberlo y a pesar de haberse desclasificado dicha información, nunca se sabrá con precisión. Sin información no hay nación.

POR FRANCISCO ACUÑA LLAMAS 

@F_JAVIER_ACUNA  

PAL