OJOS QUE SÍ VEN

La soberbia

La actitud de la señora Guevara solo se explica desde la soberbia, la envidia, la ineficacia y la seguridad de la protección gubernamental

OPINIÓN

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Jesús Martín Mendoza / Ojos que sí ven / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Hay frases y dichos que marcan un momento de la historia. Pero lo dicho por Ana Gabriela Guevara, ex senadora de la República y ahora directora de la Comisión de Cultura Física y Deporte CONADE puede no solo marcar la imagen de la presente administración, sino ser un testimonio del nivel de insensibilidad y soberbia que describen a la presente administración. La otrora mujer, orgullo nacional, se desdibuja con sus desatinadas declaraciones en una entrevista radiofónica el miércoles por la tarde, lo que dejó claro a la opinión publica el poco interés que la presenta administración le da al deporte nacional y su representación a nivel internacional. La directora de CONADE dijo en la entrevista que las nadadoras que ganaron oro en nado sincronizado en la competencia de Egipto son una mentirosas y deudoras, que han recibido apoyos por 40 millones de pesos, que no han dado resultados, que no participaron en nada el año pasado, y luego la frase que resultó devastadora no solo para ella, sino para el gobierno de López Obrador. Aseguró que no le importa si venden calzones, trajes de baño, Avon o Tupperware, que se trata de mujeres mentirosas y deudoras. Solo piense ¿Qué país del mundo se refiere así a competidores que ganan oro, logran elevar su bandera nacional en lo más alto y entonan su himno nacional? La actitud de la señora Guevara solo se explica desde la soberbia, la envidia, la ineficacia y la seguridad de la protección gubernamental. Solo así se entiende que una dirigente deportiva en lugar de engrandecer y agradecer el gran esfuerzo de las deportistas mexicanas intente de manera infructuosa ponerlas bajo la lupa de la duda. Intento fallido. La opinión publica ha dado su respaldo a las nadadoras dirigidas por Nuria Diosdado quien ha insistido en que ellas no recibieron un solo peso de apoyo del gobierno para participar en Egipto y que su viaje fue el resultado del patrocinio de la Fundación Telmex. Ha sido tan desacreditada la reacción de la señora Guevara que hasta el presidente López Obrador consideró un grave error las declaraciones de la mujer que increíblemente aun dirige los destinos del deporte nacional. La historia no termina ahí. Alejandra Orozco y Gabriela Agúndez clavadistas mexicanas, medallistas en Tokio 2020 se preparan para ir a Fukuoka Japón al Mundial de Clavados 2023. Pues también a ellas se les ha negado todo el apoyo. No hay un solo peso para que vayan a la competición. Gracias a que se dieron un tour por medios de comunicación anunciando su intención de subastar sus medallas para obtener dinero para los boletos de avión es como la empresa Aeroméxico, muy sensible con el talento nacional, anunció que patrocinará todos los vuelos que necesiten las deportistas mexicanas. Aunque el presidente mexicano busca minimizar el tema, ha sido devastador para su imagen la soberbia y sobradez con la que se han manejado sobre el deporte en México. Infructuosamente el gobierno mexicano insiste en hacer creer que “al deporte se le ha apoyado como nunca”. Una insultante mentira. Obrador no es consciente de que, con este tipo de arrebatos, su deseo por perpetuarse en el poder al viejo estilo del PRI podría terminar octubre de 2024. Si algo nos duele a los mexicanos es que hagan menos una bandera y un himno nacional en los más alto, pero es algo que, evidentemente, no entienden

Corazón que sí siente

En un inexplicable operativo en el centro de la Ciudad de México para retirar vendedores de merengues, policías capitalinos tiraron al suelo decenas de churros que una mamá junto con sus hijas de tres y cuatro años, vendían en la calle de Filomeno Mata. Las pequeñas niñas aterrorizadas por la violencia policiaca lloraban amargamente junto con su mamá mientras veían sus churros tirados en el piso. No existe disculpa que alivie el daño para las pequeñas niñas.

POR JESÚS MARTÍN MENDOZA
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