DESDE AFUERA

A palabras necias...

Deberíamos estar acostumbrados a que la estupidez es tan incluyente que no margina nacionalidades, razas, preferencias sexuales o actividad profesional

OPINIÓN

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José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Los diferentes rostros de la relación entre Estados Unidos y México se pusieron de relieve la semana pasada, cuando un senador republicano aseguró que sin su nación los mexicanos comeríamos alimento para gatos; pero un alcalde demócrata de Houston, una ciudad texana cerca de la frontera común, visitó nuestro país para estrechar lazos económicos, turísticos y culturales.

El alcalde sabe algo que el senador prefiere ignorar. 

Es cierto que las tonterías dichas por políticos estadounidenses pueden irritar nuestra hipersensibilidad, pero la verdad ya deberíamos estar acostumbrados a que la estupidez es tan incluyente que no margina nacionalidades, razas, preferencias sexuales o actividad profesional. Ahí está el senador republicano John Kennedy para demostrarlo.

Kennedy tiene reputación de ocurrente y populachero. Pero se le podría definir también como al menos ignorante y hasta racista. Después de todo, es un derechista del sur estadounidense. ¿Pero debemos ofendernos cada vez que un ignorante por opción dice algo tan estúpido que cae por su propio peso?

A palabras necias, oídos sordos, dice un viejo refrán, y pocas veces podría aplicarse más a propósito que a las afirmaciones del republicano Kennedy, aunque ameritaron respuesta del presidente Andrés Manuel López Obrador, con ganas de hacer política local y perder el tiempo, y una carta de aclaración/protesta del nivel adecuado: el embajador Esteban Moctezuma, con traducción dirigida también a la galería nacional.

Que las palabras de Kennedy reflejen la opinión de algunos, pocos o muchos en Estados Unidos, no les restan ignorancia ni estupidez. Y son testimonio del racismo y la xenofobia que al amparo de los republicanos hoy levantan la cabeza en ese país.

A cambio, la visita del alcalde Sylvester Turner, al frente de una delegación de 100 personas de la ciudad de Houston, recibió comparativamente una publicidad menor.

Después de todo, no vino a hacer ruido sino a hacer tratos.

La misión, que duró una semana, buscó establecer nuevos acuerdos de cooperación y abordar temas como turismo, servicios de cuidado de la salud, ciencias de la vida, tecnología, innovación, sustentabilidad y la industria aeroespacial. 

Decir que México y Houston están vinculados por economía, sociedad, turismo y cultura no es un absurdo. Baste recordar que casi 40% de la población es de origen mexicano y casi 70% de los 3.4 millones de visitantes internacionales a esa ciudad fueron mexicanos. Sylvester puede o no ser tan ignorante de México como Kennedy, pero sabe algo. La inmensa mayoría de los visitantes y los residentes mexicanos o méxico-estadounidenses de Houston no comen alimento para gatos, y si bien hay una dependencia considerable entre los dos países –acentuada por el menor tamaño de la economía mexicana–, hay también una integración agrícola, comercial, económica, cultural y hasta social en desarrollo.

Las palabras definen: el alcalde sabe algo que el senador no. 

 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM

@CARRENOJOSE1

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