LA ESCENA EXPANDIDA

La escena y los temores postpandemia

Durante dos años, por lo menos, el teatro en su sentido más tradicional no se pudo llevar a cabo; por ello, la producción con nuevas tecnologías debe ser estudiada

OPINIÓN

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Juan Hernández / La escena expandida / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

En los últimos meses nos hemos preguntado en esta columna, con absoluta seriedad, si el arraigo vivido durante la pandemia y sus efectos en la socialización de los productos artísticos, en particular los escénicos, sirvió para pensar los modos de producción y de distribución de las obras creativas.

Resultaría, pensamos, absolutamente negligente por parte de los artistas escénicos olvidar la crisis vivida durante la pandemia, en términos de lo que significó la imposibilidad de la presencia del público y la comparecencia de los actores y bailarines en un espacio tiempo común.

El teatro en su sentido más tradicional no se pudo llevar a cabo en, por lo menos, dos años. Periodo en el que su naturaleza fue sacudida y negada por la realidad y la experiencia humana, que se volcó a las redes sociales, plataformas digitales y, en general, a los ordenadores con todas sus posibilidades para la actividad creativa.

Vivimos una época en el que la Inteligencia Artificial (IA) se vuelve cada vez más sofisticada y, a través de ella, se pueden crear pinturas, esculturas con volumen, robots que se mueven como bailarines, que reproducen textos dramáticos y emulan las emociones humanas, incluso se puede escribir una novela con la IA.

El uso exponencial de esta herramienta de la tecnología contemporánea ha causado temor en el sentido de la sustitución de las personas en tareas que han sido consideradas exclusivas de la habilidad hallada en la naturaleza y la condición humana. La eficacia de la IA parece indicar que aquellas obras auráticas, únicas e irrepetibles, pueden hoy ser elaboradas con la tecnología de punta, sin la acción necesaria del talento del artista.

Existe ya un movimiento que busca detener el uso de la Inteligencia Artificial, lo que implica un dilema en la historia de la humanidad. Determinar si las nuevas tecnologías son útiles o amenazas de lo humano debe ir acompañado de una profunda reflexión y del carácter evolutivo de la especie a la que pertenecemos.

La tecnología es una herramienta que ha sido utilizada en la historia de la humanidad como una posibilidad de mejorar y facilitar la vida de las personas, desde la época primitiva hasta la actualidad.

Desde la perspectiva de esta columna, se considera que la Inteligencia Artificial sigue siendo una herramienta del hombre. Es decir, es la persona quien produce la obra, a partir de la IA. Es la acción del hombre, en sentido genérico, la que pone en marcha ese mecanismo que crea nuevas formas de la representación del mundo y, desde luego, pone en cuestión, por la contradicción que implica, a las tareas creativas en su dimensión convencional o tradicional.

Seguimos pensando que detener el avance de la Inteligencia Artificial solo sería una pausa en la evolución humana; sin embargo, de regularse, la convertiría en una posible expresión contracultural y nos llevaría a los también muy temidos pantanos distópicos.

Sostenemos, pues, que si bien la máquina produce obras que antes fueron exclusivas de la habilidad y el talento humano, la composición de las mismas podría ser muy parecidas, pero no idénticas a la inasible y muy compleja espiritualidad que se refleja en la composición, la interpretación, las emociones, las pasiones y el marco del mundo en el cual la obra artística es colocada en su dimensión tradicional.

No debería ignorarse, de cualquier modo, a esta nueva tecnología y, en todo caso, estudiar con rigor lo que se está produciendo en la red y determinar las categorías estéticas que las definan y diferencien de aquellas que surgen de la probidad de la experiencia de lo humano en su sentido más estricto.

Vivimos una época compleja y, como nos ha enseñado la historia, el surgimiento de nuevas tecnologías y sus productos han sido vistos como amenazas hasta que su naturaleza no es definida y explicada. El temor se vence cuando se entiende el carácter de la tecnología que el hombre utiliza para producir sus interpretaciones del mundo y su posicionamiento en él.  

Por otro lado, quisiéramos pensar que los artistas escénicos durante la pandemia no se sentaron a esperar a que la amenaza del virus letal pasara, para regresar a lo que habíamos entendido como “normalidad”. Es decir, deseamos que la pandemia haya dejado una enseñanza y que la experiencia vivida no se deseche, para simular que seguimos como si nada hubiera ocurrido.

Los teatros se abrieron, sí; pero el mundo hoy, es otro. La inmensa tarea de los artistas de la escena es entender este mundo, introducirse en la experiencia contemporánea de la vida humana, colocarse como interlocutores de un público que espera discursos que dialoguen con su tiempo; ya sea desde el teatro convencional, o a partir de la incursión en la red, creando nuevas formas de expresión artística, nacidas de la comprensión de la era digital no como el futuro sino como el aquí y el ahora de la humanidad.

El dilema está ahí. Colocado en el centro de la mesa, para su discusión. El temor y la parálisis postpandemia sólo implicarían detener el curso de la historia, que como ya hemos visto, tarde o temprano, habrá de alcanzarnos. 

POR JUAN HERNÁNDEZ
IG:@JUANHERNANDEZ4248  
TW: @ISLAS33

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