COLUMNA INVITADA

La levedad de los entes de Paul Nevin

Amante del metal, batidor magnífico de entes y objetos que se imponen en sus volúmenes sin necesidad de mayores explicaciones

OPINIÓN

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Luis Ignacio Sáinz / Columna invitada / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Foto: Especial

El siempre activo Seminario de Cultura Mexicana (Presidente Mazarik 526, Polanco) exhibirá las esculturas de Paul Nevin (1949, Bayonne) hasta el 21 de mayo. Bajo el título “Forjado en México” se amparan treinta composiciones deslumbrantes: primero pensadas emocionalmente, después trasladadas al papel y finalmente paridas en el hierro y el acero.

Amante del metal, batidor magnífico de entes y objetos que se imponen en sus volúmenes sin necesidad de mayores explicaciones. Desde su punto de vista toda interpretación de sus creaciones resulta innecesaria, termina por distraer el diálogo que, con absoluta naturalidad, establecen la obra y su voyeur. De hecho, toda descripción inevitablemente es un ejercicio narrativo, cargado de subjetividad, verbigracia de sentido e intencionalidad. No existe una escultura en concreto, sino su polisemia: la diversidad de representaciones de una unidad en número idéntico al de quienes la observan. Se impone entonces, el desdoblamiento y la pluralidad de la cosa parida por el artista. Tropel, legión, tumulto, de ejercicios matéricos que desafian la gravedad, la solemnidad y el convencionalismo.

Este rasgo del quehacer estético tiende a invalidar la pertinencia o utilidad de los textos que se afanan en rendir cuentas del proceder y el significado de las obras de arte. Elucidar un lenguaje del hacedor de bultos y macizos, aún de relieves ingrávidos, es un acto destinado al fracaso, salvo porque de vez en cuando dichos empeños son buena literatura. En conclusión, las cédulas de sala bien podrían constreñirse a un anuncio discreto que invitase a las personas a la apreciación directa de las estructuras que siendo sólidas nos convidan la ilusión de su movimiento.

Cosmopolita y nómada, ha vivido y estudiado en Francia, España, Inglaterra y México (Guadalajara, Ciudad de México, San Miguel de Allende), lo que le permite atesorar una actitud abierta frente a las manifestaciones artísticas y sus colegas. Purista del trabajo mismo de fábrica, a grado tal que no se ha ahorrado más de un desaguisado en el taller a costa de su propia salud, pues asume integralmente la producción-construcción de sus hermosísimas esculturas, auténticos cantos al movimiento, la oscilación perenne de la luz a la sombra, la transparencia de los pliegues del acero que pese a su solidez parecieran flotar o un dejo de ausencias calculadas, ya que también cuenta lo que ha sido devastado o desprendido de los materiales utilizados.

Liberémonos de los lazarillos, caminemos en soledad, sin asistencia alguna, salvo la de nuestros sentidos, memorias e inteligencia. Con semejante arsenal podemos prescindir de la prédica aleccionadora del crítico o historiador del arte. Allí están al alcance de nuestra vista e imaginación los volúmenes en el espacio de Paul Nevin, aguardando pacientes que los abordemos. Hagámoslo sin intermediarios...

Estrella de Diego en el El Prado inadvertido (2022) escribe como si tal cosa: “En el fondo, parafraseando a Lacan, lo que miramos no es nunca lo que deseamos ver. Es más, lo que vemos no es lo que está ahí en realidad”. Así los actos de magia de Paul Nevin convertidos en objetos seductores, constituyen auténticos signos de la confianza en el arte como sendero que nos salva de las atrocidades del mundo.

POR LUIS IGNACIO SÁINZ

COLABORADOR

SAINZCHAVEZL@GMAIL.COM

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