ARTE Y CONTEXTO

Cincuenta años sin Pablo Picasso

“Cuando yo era niño, mi madre me decía: ‘Si llegas a ser soldado, serás general. Si cuando seas mayor eres monje, llegarás a ser papa’. Pero en lugar de todo eso fui pintor y terminé siendo Picasso”.

OPINIÓN

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Julen Ladrón de Guevara / Arte y Contexto / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Pablo Picasso es uno de los grandes genios de la humanidad y el mejor pintor del siglo veinte por varias razones. Este monstruo hiperactivo dejó testimonio de una época convulsa y en transición a través de una cantidad de obra impresionante en distintos soportes, técnicas y estilos de una manera novedosa y magistral. Él, hombre de luces resplandecientes y sombras acentuadas, transitó por el mundo transformando la fisonomía del arte para siempre. 

Picasso era un pintor biográfico, no político. De hecho su famosa obra “Guernica”, que retrata a esta ciudad bombardeada el 26 de abril de 1937 por los  nazis, es un encargo del gobierno republicano español para la exposición internacional de París de 1937 por el que se le pagaron 200,000 francos. Se dice que al recibir esta solicitud pasó meses sin mover un dedo porque no se le ocurría qué pintar y estaba concentrado en sus problemas personales. Luego se produjo la tragedia mencionada y ese mismo día se puso a trabajar en el mural: “Picasso no pintó el Guernica por patriotismo, sino por muchísimo dinero”, escribió Pérez Reverte. Sin embargo, esta es una obra extraordinaria que refleja el dolor y la devastación de la guerra sin importar las razones que tuvo el artista para realizarla. 

El motivo de sus imágenes era el entorno que lo rodeaba, sus amigos y las mujeres más importantes de su vida a las que, a veces, retrataba en actitudes humillantes o deformadas por la tristeza, despojadas de la feminidad que le habían atraído en un principio. Tal es el caso de “Gran desnudo en un sillón rojo”, que representa a su primera esposa, Olga Khokhlova, con una expresividad inhumana y violenta.

Él era el dios del universo picassiano, uno que devoraba el espacio vital de la gente que lo amaba, digamos, de manera codependiente. Cruel y despiadado, sin ninguna empatía por las almas que devastaba a su paso, este era un genio creador destructor y narcisista que se servía de las personas que sacrificaban su dignidad a cambio del privilegio de su cercanía. Picasso lo sabía y fomentaba este ecosistema tóxico donde reventaba a sus víctimas, reponiéndolas fácilmente por cualquiera otra que estuviera dispuesta a tolerarle. 

A pesar de sí mismo, Picasso era más humano que divino y la prueba de ello es que murió a los 91 años en su castillo de Notre-Dame-de-Vie en Mougins, Francia. El jardinero de la finca dijo que su patrón expiró a la hora que acostumbraba levantarse, que es poco antes del mediodía. 

Que al fin tuviera un lugar para descansar en paz fue toda una odisea, y su tumba es una de las más inaccesibles del mundo porque la última voluntad del Maestro, fue que se le enterrara en el castillo donde vivió y murió. A pesar de ser quien era, el alcalde del pueblo se negó a ceder ante esta disposición porque a la gente se la entierra en el cementerio, no es su jardín, así que su viuda tuvo que ejecutar un plan B.

La historia de su tumba es tan escandalosa como la de su vida; ni siquiera muerto ha dejado de causar inconvenientes, pero de eso me encargaré la próxima semana.

Hoy la obra de Pablo Picasso es una de las más admiradas y codiciadas del mundo, tanto así que muchas de sus piezas se han revalorado en las subastas de arte alcanzando precios exorbitantes cada vez que salen a la venta. El mundo sigue extrañando a este artista malagueño que murió hace cincuenta años porque nos parece tan contemporáneo, que a veces es difícil pensar que ya no existe. Por eso debemos recordarlo rindiendo tributo a su trabajo, a su personalidad y al legado que nos dejó.

 

POR JULEN LADRÓN DE GUEVARA
CICLORAMA@HERALDODEMEXICO.COM.MX
@JULENLDG

 

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