DESDE AFUERA

Espionaje... realidades y buenos deseos

Algunas de las revelaciones contenidas en recientes filtraciones estadounidenses sobre las actividades del Cártel de Sinaloa debieran haber sido responsabilidad de las autoridades mexicanas, no de la DEA o de ninguna otra agencia extranjera

OPINIÓN

·
José Carreño Figueras / Desde Afuera / Opinión El Heraldo de MéxicoCréditos: Especial

Tras escuchar las denuncias del presidente Andrés Manuel López Obrador y otros funcionarios mexicanos sobre reportes del espionaje estadounidense sólo queda una sensación de sorpresa.

No es que el espionaje sea justificable. Pero es una realidad y lo ha sido desde hace mucho tiempo, tanto que la propia Biblia consigna varios casos.

Y el espionaje no es sólo estadounidense. Si las agencias de inteligencia de Rusia, China, Cuba o Israel, sólo por señalar algunos, no desarrollan alguna actividad de información en México es que no cumplen con su trabajo, especialmente en un país vecino a los Estados Unidos.

La sorpresa es que el gobierno mexicano se declare agraviado, cuando de hecho no parece cumplir con su trabajo. 

Algunas de las revelaciones contenidas en recientes filtraciones estadounidenses sobre las actividades del Cártel de Sinaloa debieran haber sido responsabilidad de las autoridades mexicanas, no de la DEA o de ninguna otra agencia extranjera.

Que los Estados Unidos y otros espíen no es aceptable. Por más realista que sea. Pero que lo hagan por omisión del gobierno mexicano es todavía peor.

En gobiernos anteriores se creó el Centro de Investigación y Seguridad Nacional (CISEN), reinventado en el actual como el Centro Nacional de Inteligencia (CNI), con la función de obtener información para prevenir amenazas al Estado. En otras palabras, espiar para informar al gobierno sobre posibles problemas.

Para bien o para mal, la obtención de inteligencia, o sea información, es un hecho de la vida y la política internacionales. 

Obtener información sobre los rivales o competidores es prioritario. Tratar de conocer a profundidad sus condiciones económicas, comerciales, estratégicas y militares es parte de las necesidades de un Estado. De hecho, hasta los equipos deportivos lo hacen.

Más aún, parte de las funciones de una embajada es informar a su gobierno de cómo y porqué se dan las cosas en el país donde se encuentra: ayuda a tomar decisiones, hacer propuestas, como llegar a sus dirigentes, la importancia o la necesidad de alejarse o acercarse.

Excepto en México, donde el espionaje parece ser sólo hacia dentro. De acuerdo con el diario The New York Times, es el país donde mayor uso tiene el sistema de escucha clandestina telefónica Pegasus, creado por una empresa israelí. 

El presidente López Obrador prometió terminar con el espionaje interno, pero no ha sido así.

Al mismo tiempo, y por alguna razón desconocida, el aparato político parece convencido de que el espionaje externo debe pedir permiso para actuar en México. Ciertamente suena bien, hasta ético y moral. Pero es de una enorme ingenuidad, si es que no hipocresía.

El espionaje es una actividad clandestina por definición. Peor aún, en ese marco no es raro que haya quejas de que algunos servicios de inteligencia se han convertido en entes literalmente autónomos, con visiones e ideas propias, como en Paquistán en un caso extremo.

Pero también es parte de la panoplia de herramientas del Estado, una a la que no se puede renunciar, por más que México se haya olvidado de ella. Oficialmente al menos. 

 

POR JOSÉ CARREÑO FIGUERAS

JOSE.CARRENO@ELHERALDODEMEXICO.COM

@CARRENOJOSE1

LSN